Colosales toros de luz volvieron a rasgar la noche entre detonaciones de fuegos artificiales este miércoles en Tultepec, reavivando la tradicional fiesta de este pueblo mexicano especializado en la pirotecnia que intenta reponerse del trauma tras una mortífera explosión en diciembre.
"¡Fuego! ¡Fuego!", clamaba la multitud y una ráfaga de cohetes hacía estallar su luz dorada en las calles de la "capital mexicana de la pirotecnia", en el centro del país, apenas 30 km al norte de la capital.
Los estridentes silbidos de los cohetes atizaban la euforia de miles de personas que, envalentonadas por el alcohol, se arriesgaban entre el fuego, la nube de humo blanco y el olor acre de la pólvora.
Desde hace 29 años, los artesanos pirotécnicos de Tultepec celebran esta fiesta católica en honor a su patrono, San Juan de Dios.
Durante una semana, muestran sus más sofisticadas creaciones y compiten con otras regiones, atrayendo a unas 40.000 personas diariamente.
"Por la belleza del trabajo, vale la pena el riesgo de morir", dice a la AFP Uriel González, un muchacho de 18 años que, como todos aquí, aprendió la alquimia de la pólvora de sus ancestros.
Uriel trabajó durante un mes para construir -en madera y cartón sobre una estructura de metal- un toro negro de más de dos metros de alto en honor a su abuelo fallecido.
Fue solo uno de los cerca de 250 "toros de fuego" que salieron en esta noche de frenesí escupiendo cohetes.
Frente a ellos, la nerviosa multitud saltaba y corría, esquivando las ráfagas que caían como lluvia o se les colaban entre los pies.
"¡Me encanta esta fiesta! El corazón se me sale de miedo y gusto a la vez. Es adictivo", afirmaba Carmen Fuentes, de 28 años y quien viajó desde la cercana Toluca.
"Para nosotros, es una forma de bajar las estrellas", opinaba Alondra Gallegos, una comerciante de 37 años.