Más de un año después del mortífero naufragio de un barco de migrantes en el canal de la Mancha, el dispositivo francés e internacional se ha reforzado para evitar que se repita esta tragedia.
En una noche glacial de febrero, el «BSAM Rhône», un navío de guerra francés de 70 metros de eslora, ha seguido durante horas a una pequeña embarcación hinchable con decenas de pasajeros a bordo que intenta abrirse camino entre los cargueros y los ferris frente a las costas de Calais (norte de Francia) en dirección a Inglaterra.
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El canal de la Mancha es una de las zonas marítimas más frecuentadas del mundo.
«Nuestro trabajo es garantizar que la embarcación no choque», explica Gaspard, el oficial de guardia, con los ojos clavados en el radar para comprobar que su navío permanece a al menos un kilómetro de distancia de la pequeña embarcación.
En el cielo, un avión de Frontex, la agencia europea de vigilancia de las fronteras, vuela en círculos. En el mar, un navío militar belga está en alerta.
Poco después de medianoche, tras un peligroso periplo de cinco horas, la embarcación de migrantes entra en aguas británicas.
Uno de los pasajeros, siguiendo las instrucciones de los traficantes de personas, llama a los servicios de emergencia.
El navío «Volunteer» de la guardia fronteriza británica se posiciona para ir a recuperar la embarcación.
«Cuando están en aguas inglesas, han conseguido su objetivo. Si tienen que ser evacuados cuando están aguas francesas, los traemos a Francia», explica el capitán Enoal Gabriel.
«Detener a los barcos migrantes»
El control cada vez más fuerte en el puerto francés de Calais y del túnel bajo la Mancha explica el gran aumento de travesías a bordo de pequeñas embarcaciones desde 2018.
Unos 46.000 solicitantes de asilo cruzaron el canal en 2022, en su mayoría afganos, iraníes y albaneses. Unos 8.000 fueron rescatados en aguas francesas.
No pudo ser así en la noche del 23 al 24 noviembre de 2021, cuando 27 personas, sobre todo kurdos iraquíes, de entre 7 y 46 años, murieron en el naufragio de su embarcación. Nadie acudió en su ayuda. Los servicios de rescate franceses y británicos se delegaban mutuamente el caso, según documentos de la investigación consultados por la AFP.
Tampoco se salvaron cuatro migrantes, uno de ellos adolescentes, a finales de 2022.
Estas operaciones de vigilancia y rescate han generado tensión con el primer ministro británico, Rishi Sunak, que quiere luchar contra la migración ilegal de Francia hacia Reino Unido y aplicar medidas drásticas para «detener a los barcos».
El tema es muy importante para los conservadores británicos, que prometen desde el Brexit «retomar el control» de las fronteras.
Varios medios británicos acusan a Francia de «guiar» a los migrantes hacia Inglaterra. Los políticos antiinmigración describen a los guardacostas británicos de ser un «servicio de taxi» para los migrantes.
Francia tiene seis navíos desplegados en la Mancha frente a las costas de Calais. Su papel no es interceptar migrantes –demasiado peligroso por el riesgo de accidentes–, sino vigilar la actividad en el mar.
Los esfuerzos para evitar las travesías se concentran en tierra, en las playas del norte de Francia desde donde zarpan los clandestinos.
Londres aceptó pagar 72,7 millones de euros (77 millones de dólares) para cubrir parte de los gastos de las operaciones francesas y el despliegue de policías adicionales.
Pero para Pierre Roques, coordinador de la oenegé de ayuda a los migrantes «L’Auberge des migrants», todos estos esfuerzos no sirven para nada.
«El litoral es tan inmenso. Esto no impedirá que la gente pase», dice.