Ciudad del Vaticano, 24 feb (EFE).- En el preseminario San Pío X del Vaticano se vivía un "ambiente insano" de tocamientos sexuales y presiones psicológicas que sus superiores conocían, denunciaron hoy varios antiguos alumnos del centro en el juicio por estos hechos.
En el proceso, que hoy tuvo su quinta audiencia, están imputados el sacerdote Gabriele Martinelli, de 28 años, acusado de abusar de alumnos adolescentes como coordinador del centro -en el que se alojaban los estudiantes antes de entrar en el seminario– entre el 2007 y el 2012, y su entonces rector, Enrico Radice, de 71 años, por encubrirlo.
Martinelli está acusado de abusar sexualmente de un joven, L.G, recurriendo también a amenazas y violencia para obtener "relaciones carnales, actos de sodomía y masturbación". Tanto el imputado como la víctima eran menores de edad en el momento de los hechos.
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En esta vista declararon tres antiguos alumnos: Andrea Spinato, de 31 años; Christian Gilles Donghi, de 34, que estuvo un solo mes en el centro, y Alessandro Flaminio Ottaviani, de 34. También testificó el padre Pierre Paul, responsable de la capilla musical.
Un "ambiente insano"
En base a su testimonio emerge que en el preseminario dominaba "un ambiente insano" donde eran frecuentes las "bromas de tipo sexual", mientras que el imputado Martinelli es definido como la persona de confianza del rector, superando incluso al equipo directivo.
No obstante, los presuntas abusos solo se conocían de oídas, sobre todo de boca del joven polaco Kamil Tadeusz Jarzembowski, quien denunció todo en un libro.
Uno de los testigos, Flaminio Ottaviani, aseguró haber visto a Martinelli "tocar las partes íntimas" de otro alumno, mientras que Spinato habló de "toqueteos" a los más jóvenes, pero genéricamente, sin aportar detalles.
Spinato, que estudió en el preseminario entre el 2000 y el 2008, aseguró que el imputado Martinelli tenía un "rol dominante muy fuerte" gracias al rector y que su "actitud homosexual" era notoria.
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A la víctima, L.G, la describió como alguien "extremadamente creíble", pero también muy "frágil" por sus problemas familiares.
Aunque no asistió directamente a los presuntos abusos de Martinelli hacia la víctima, confirmó que había "comportamientos inapropiados" como "tocamientos" en los momentos de asueto de los muchachos, aunque "siempre vestidos".
El imputado además utilizaba "chascarrillos de carácter homosexual" y ponía apodos "femeninos", incluso él era llamado "la madre" por el resto de preseminaristas por su rol dominante.
El testigo Gilles Donghi solo estuvo un mes en el preseminario porque se dio cuenta "inmediatamente" de que no era el lugar idóneo. Aseguró que fue "una experiencia lacerante" y abandonó el camino sacerdotal.
Añadió que fue el cardenal Angelo Comastri quien evitó la destitución de Radice alegando que eran "falsedades".
Flaminio Ottaviani denunció "un ambiente insano", "presiones psicológicas" y "bromas frecuentes de tipo homosexual" y, aunque nunca vio relaciones sexuales entre el acusado y la presunta víctima, en una ocasión vio a Martinelli tocar las partes íntimas de otro preseminarista, Andrea Garzola, con el que había congeniado.
Además consideró "muy cierto" que las autoridades del Vaticano estuvieran al corriente de los hechos, como Radice y el purpurado Comastri, vicario emérito del Vaticano.
Por otro lado, dijo que la supuesta víctima le entregó una carta para que se la hiciera llegar al papa, pero no lo hizo.
Por su parte, el padre Pierre Paul, sacerdote de la basílica de San Pedro, dijo que habló con L.G y que, aunque no le confesó los abusos, comprendió que arrastraba problemas de tipo "afectivo-sexuales".
En 2017 el sacerdote llevó estos hechos a la Comisión para la Protección de los Menores de la Congregación para la Doctrina de la Fe porque, apuntó, "si un cura sabe algo y no habla, es cómplice".
Esta es la primera vez en la que el Tribunal del Vaticano juzga este tipo de delitos presuntamente cometidos dentro del Estado pontificio.