Mide 324 metros de altura, pesa 7.300 toneladas y recibe a más de siete millones de visitantes cada año. La Torre Eiffel, que fue duramente criticada durante su construcción y luego se convirtió en uno de los símbolos más queridos de París, cumple 130 años.
La Dama de Hierro no siempre fue popular. Durante su construcción estalló una enorme polémica, sus opositores presentaron denuncias y hicieron circular varias peticiones, recuerda el encargado del departamento de cultura de la alcaldía de París, Christophe Girard.
Fue durante la Exposición Universal de 1889, en ocasión del centenario de la Revolución francesa, que se lanzó un gran concurso que el ingeniero Gustave Eiffel ganó, al gran disgusto de muchos artistas de la época, entre ellos el escritor Guy de Maupassant.
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Construida en dos años, dos meses y cinco días, el monumento de más de 18.000 piezas de hierro fue en el siglo XIX el símbolo del “desempeño técnico y arquitectónico”, estima Bertrand Lemoine, arquitecto e historiador.
Desde entonces, su reputación siguió creciendo. “La Torre Eiffel es una visita obligatoria” cuando se pasa por la capital francesa, estima Laurie, una turista canadiense.
Como ella, Regina Rossmann, una alemana de 46 años, no dudó un segundo a volver una segunda vez, esta vez con sus hijos, aunque “en relación a hace 20 años, la entrada ha subido mucho de precio”. 9,70 euros (10,87 dólares) para un joven de 12 a 24 años y 19,40 euros (21,74 dólares) para adultos a partir de 25 años para subir hasta la cumbre de la Torre Eiffel.
“Desde el incidente en Notre Dame nos hemos dado cuenta de que los monumentos son frágiles y que pueden ocurrir accidentes“, añade Greta Rama, una albanesa de 23 años.
El incendio de la catedral parisina “despertó la conciencia de la gente sobre la importancia de nuestro patrimonio”, y sobre el hecho de que “puede desaparecer o verse afectado”, señala Girard.
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“La Torre Eiffel es, a pesar de los años, cada vez más popular”, estima Agnès Sorlier, de 59 años, cuya oficina da directamente a la Dama de Hierro, pero que admite, un poco avergonzada, que “ya no la mira”.
Lamenta que “las obras, las rejas, el muro de vidrios levantado alrededor del monumento para protegerlo de ataques crean una situación infernal” y dan la imagen de una Torre Eiffel atrincherada.
La Torre Eiffel “es víctima de la época, una época de seguridad”, admite Christophe Girard, “pero es más fuerte que todo eso”.
No obstante, este monumento es víctima de una “saturación” de visitantes. Se prevé volver a pintarla “por la 18º vez desde su creación“, pese a que según el especialista Bertrand Lemoine acumular capas de pintura puede ser “problemático”.
A través de los años, también se ha hecho un espacio en la escena internacional, llevando mensajes políticos e incluso humanistas, como lo demuestran las numerosas veces que ha apagado sus luces en homenaje a las víctimas del terrorismo o de catástrofes.
“En 1900, después de que el efecto de moda pasara, había un riesgo de que la Torre Eiffel fuera destruida porque se la consideraba superflua y anticuada“, recuerda Bertrand Lemoine.
“Pero Eiffel, demostró su utilidad: la Torre Eiffel servía de antena de radio, lo que permitía garantizar la comunicación entre París y la frontera franco-alemana”, añade el experto y “hubo un interés estratégico y militar en mantenerla”.