En un comunicado escrito en siete lenguas y divulgado en el sitio web del Vaticano, el papa Francisco cambió una directriz de la Iglesia católica que convierte la pena de muerte —para los católicos— en algo «inadmisible».
El pontífice declaró que la Iglesia se empeñará por abolir la muerte como una sanción frente a delitos cometidos porque, hoy, está cada vez más «viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves».
El cambio en el pensamiento católico tuvo una honda repercusión en el mundo, tanto entre los católicos como entre quienes no profesan esa religión.
El papa habla sobre el fin de la pena de muerte
El papa Francisco cambió la forma en que los católicos deben interpretar la pena de muerte para personas que cometieron delitos. En el comunicado, se destacó que esa medida punitiva fue por mucho tiempo visto como «una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común».
Con la nueva orden, la Iglesia se opone a este planteo y afirma que «la pena de muerte es inadmisible porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona».
En un primer momento, esta nueva forma de pensar impacta a la comunidad católica de forma directa y puede generar una fuerte influencia en las directrices legales del mundo entero. Esto se sustenta en que, en el último relevamiento del Vaticano, divulgado en junio de 2018, se contabilizaron 1.299 millones de católicos alrededor del mundo.
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En una carta del vaticano escrita a los obispos sobre la revisión de la noción de pena de muerte, se destacó que Juan Pablo II ya había intervenido en casos de personas condenadas a muerte en varias ocasiones. En el mismo documento consta, además, la declaración del papa Francisco de que «hoy la pena de muerte es inaceptable, por más grave que sea el delito cometido».
Comunicado completo del Vaticano
A continuación puedes leer el comunicado completo en su versión en español:
Durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común.
Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente.
Por tanto la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que «la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona», y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo.