Berlín, 25 jul (EFE).- La fiscalía general alemana pidió hoy, tras cuatro años de juicio, una condena por asesinato en diez casos para Beate Zschäpe, la última superviviente de la célula terrorista neonazi Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU).
El fiscal, Herbert Diemer, sostuvo en su alegato final que el proceso ha demostrado que Zschäpe participó activamente en todos los crímenes de la NSU, que a lo largo de una década actuó en diversos puntos del país y asesinó a nueve inmigrantes y una agente de policía.
La acusada, afirmó Diemer, era miembro con pleno derecho del grupo junto a Uwe Böhnhardt y Uwe Mundlos, que se suicidaron en una furgoneta acorralados por la policía en 2011.
La fiscalía no ha pedido todavía una pena concreta, pero si el tribunal acepta su argumentación Zschäpe podría ser condenada a cadena perpetua.
Al delito de asesinato se agregarían dos atentados con bomba, varios atracos a mano armada y pertenencia a una organización terrorista.
Aunque los autores materiales de los asesinatos fueron Mundlos y Böhnhardt, Zschäpe, según la fiscalía, tuvo un papel central en la retaguardia, era un factor clave de estabilidad en el grupo y participó en la planificación de los crímenes y en la organización de la logística de los mismos.
La existencia de la NSU salió a relucir en 2011 a raíz del suicidio de Böhnhardt y Mundlos. Tras esas muertes, Zschäpe hizo volar por los aires la vivienda que compartía el trío y se entregó.
En la casa se incautó abundante material inculpatorio, incluidos vídeos donde se detallaban los asesinatos de pequeños comerciantes -ocho turcos y un griego-, en diversos puntos del país y cometidos entre 2000 y 2007, siempre con la misma arma.
El hecho de que el grupo hubiera actuado durante años en la impunidad derivó en un escándalo, ya que los asesinatos de los inmigrantes se habían atribuido a ajustes de cuentas entre extranjeros y no se investigó la trama neonazi.
Sobre las fuerzas de seguridad cayeron sospechas que iban del encubrimiento de la ultraderecha a la negligencia, lo que precipitó varias dimisiones y una reestructuración en los servicios secretos.
Zschäpe, de 42 años, mantuvo durante los dos primeros años una actitud desafiante, aunque luego rompió su silencio para pedir perdón y responsabilizar de los crímenes a sus compañeros.