Moscú, 3 jun (EFE).- Estos primeros días de junio en los que todos hablan sobre la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París contra el cambio climático muchos rusos podrían pensar que el temido calentamiento global es una broma ante las gélidas temperaturas que se han instalado en buena parte del país.
"Dicen que ha nevado hoy en Moscú. Ahora le podemos echar la culpa de esto al imperialismo" y a Donald Trump, bromeó ayer viernes el presidente ruso, Vladímir Putin, al ser preguntado sobre la polémica decisión de su colega estadounidense.
Bromas aparte, una mujer de 65 años murió congelada en la madrugada del viernes en una parada de transporte público de la misma San Petersburgo donde se celebraba el Foro Económico Internacional en el que Putin evitó criticar a Trump.
Moscú amaneció este sábado con temperaturas próximas a los cero grados centígrados, mientras que en algunas regiones del país los termómetros se han desplomado hasta los dos grados bajo cero.
La naturaleza parece empeñada en dar poco más que disgustos a los moscovitas, que en tan sólo unos días deberán cambiar los gorros y bufandas rescatados del fondo del armario por pantalones cortos y gafas de sol ante la ola de calor pronosticada para el próximo fin de semana.
La capital rusa se resigna ante las inclemencias del tiempo, con el recuerdo aún fresco del mortífero temporal de lluvia y vientos huracanados que costó la vida a 16 personas el pasado lunes.
El destructivo temporal, según los meteorólogos el más fuerte que nunca ha sufrido Moscú, arrancó de cuajo casi 20.000 árboles y dejó innumerables cristaleras rotas y miles de coches dañados por la caída de ramas de árboles.
Aunque junio ha empezado con un frío inusual para estas latitudes, la mayoría de los expertos coinciden en que el calentamiento global es una realidad, lo crea o no el presidente de Estados Unidos.
No pasa un año sin que se registren nuevos récords por toda la geografía del país: de temperatura, de precipitaciones, de capa de nieve.
Nieve en invierno y lluvias el resto del año demuestran que el calentamiento global se ha instalado en la llamada franja media de Rusia, zona climática que comprende Moscú y otras regiones situadas en el centro de la parte europea del país.
Los temporales con vientos huracanados y el aumento de las precipitaciones son de hecho una consecuencia directa del aumento de las temperaturas, como ha explicado a Efe Vadím Zavódchenkov, experto del Centro Meteorológico Fobos.
"La temperatura media ha aumentado en el centro de la parte europea de Rusia en 2 o 3 grados en los últimos 30 años. Lo mismo ha sucedido con las precipitaciones, que se han incrementado en alrededor de un 15 por ciento en la franja media" rusa, apuntó Zavódchenkov.
La mayoría de las mínimas históricas en Rusia datan de finales del siglo XIX, mientras que las máximas se baten muy a menudo en los últimos años.
Moscú no está acostumbrada a pasar calor, ni siquiera en plena canícula veraniega, por lo que toda la ciudad recuerda con horror le verano de 2010.
Durante más de 50 días, la temperatura en Moscú y alrededores no bajó de los 30 grados centígrados, incluso de noche, algo sin precedentes para la capital rusa.
En la franja media de Rusia, lo normal en esos meses es que las temperaturas diurnas por encima de los 25 grados se registren durante un máximo de cinco o seis días seguidos.
Casi mil millones de hectáreas de bosque fueron arrasados entre julio y agosto de 2010 por el fuego causado por la ola de calor, y la capital rusa quedó invadida por el humo de los incendios forestales que prácticamente confinaron la ciudad en un anillo de fuego.
Según reconocieron las autoridades sanitarias, la mortalidad estival se duplicó como consecuencia del calor.