Madrid, 27 dic (EFE).- En 2020 la moda ha llorado la muerte del diseñador Kenzo Takada, la cancelación de desfiles y el cierre de negocios, pero también ha luchado por sobrevivir apostando por la artesanía y ha habido sorpresas, como el muy aplaudido debut de Carlos de Inglaterra con una colección sostenible y artesanal.
Como es habitual, el año arrancó con un agitado calendario, con la feria florentina Pitti Uomo, los desfiles masculinos y la Alta Costura de París en una edición marcada por el adiós de Jean-Paul Gaultier.
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Después llegó la Semana de la Moda de Milán de mujer, y tras celebrarse varios desfiles con miedo al coronavirus, Giorgio Armani decidido celebrar el suyo a puerta cerrada, en el Teatro Armani, y sin invitados, como medida de precaución ante la alerta de coronavirus, pero retransmitido en directo en las redes sociales.
La Federación de Alta Costura y Moda, organizadora de la pasarela parisiense, descartó anular el calendario. En aquel momento aún no se hablaba de epidemia en Francia.
Pero en el mundo de la moda la psicosis se propagó como la pólvora: "No te saludo, que vengo de Milán" decían estilistas, periodistas y compradores al tiempo que se intentaba guardar la cautelosa distancia de seguridad de dos metros durante una singular Semana de la Moda.
Nueva York y Londres también celebraron sus respectivas semana con ausencias y menos público. Se empezaba a distribuir en la entrada de los desfiles geles hidroalcohólicos y también mascarillas.
Pero con la propagación mundial de la covid-19 y la llegada de la cuarentena, todo se paralizó. Fue un golpe a la industria textil que vio como se cerraban las fábricas y tiendas, con el sector nupcial como uno de los más dañados y aunque algunos han podido reconvertirse con diseños de día a día, otros han tenido que cerrar.
No todo ha sido malo
Pese a ello, no todo ha sido malo. La pandemia ha servido para abrazar la calidad, la responsabilidad y la sostenibilidad, "el producto artesanal y la compra responsable de moda", como ha explicado a EFE Héctor Jareño, de la firma Reliquiae, quien asegura que la moda necesita "recuperar los oficios, la fabricación local y hacer hincapié en la artesanía contemporánea, la base del consumo responsable".
De esta crisis también han salido cosas positivas y se ha agudizado el ingenio para presentar los desfiles en forma de película y las modelos, teléfono móvil en mano, mostraban las novedades en sus redes sociales, entre ellas TikTok, que ha supuesto un antes y un después en los desfiles de moda.
Con la covid-19, los desfiles han sido más democráticos y también más interactivos, gracias a las redes sociales, que han ofrecido la posibilidad de descubrir las nuevas colecciones en tiempo real y como si se estuviera en la primera fila.
Toda una novedad que ha dado un vuelco al tradicional desfile de moda en el que la exclusividad y el rango social marcaba los asientos de la primera fila, el llamado "front-row".
Además, en este año, la industria de la moda ha mostrado su cara más solidaria y se ha volcado en la confección de mascarillas.
Muchas firmas han apostado por lanzarse definitivamente a la venta online. "Es algo que todos sabíamos que se iba a imponer, y así está siendo. Las nuevas generaciones de compradores han crecido con un smartphone y no renunciarán a ello", precisa Luis Chico de Guzmán, CEO de la empresa de calzado Hispanitas.
La conciencia sostenible ha aumentado, muchos diseñadores se han planteado que en menos de 10 años todas sus prendas sean sostenibles o procedan de materiales reciclados. "Los materiales ecológicos y la economía circular van a ser un potente movilizador de las marcas de moda", añade Guzmán, quien asegura que cada vez se destinan más recursos a la innovación.
La industria de la moda ha afrontado grandes retos debido a los nuevos hábitos de consumo. La sostenibilidad y el consumo racional se han hecho fuertes en un año en el que el chándal, las sudaderas y los "leggins" han desterrado a los tacones, las lentejuelas y los diseños de alto copete. EFE