A una década del estreno de Breaking Bad, hablamos de la compleja implicación de su protagonista en la violencia criminal y de todas las muertes de las que es responsable.
Ya ha pasado una década desde que el episodio piloto de Breaking Bad, la valoradísima serie creada para la AMC por Vince Gilligan en 2008, viese la luz. Si bien no fue hasta la segunda parte de la quinta y última temporada cuando ocurrió el boom de audiencia en Estados Unidos, pasando de 1,23 millones de televidentes en la inicial a 4,32 millones de media en la última, con 10,28 para la conclusión, ha acabado siendo considerada una de las mejores ficciones televisivas de la historia. El escritor George R. R. Martin, responsable de la saga de novelas de Juego de tronos y de su exitosa adaptación televisiva, dijo que “Walter White [Bryan Cranston] es un monstruo más grande que cualquiera en Poniente”; y todo seriéfilo que no haya olvidado la responsabilidad letal del personaje sabe que esta afirmación es completamente cierta.
Hay que diferenciar sus asesinatos directos y las muertes ocasionadas por él mismo de forma indirecta, y de estas últimas, entre las deliberadas por acción u omisión y las que no pretendía que sucediesen pero de las que no hay duda que es culpable también, al margen de si las perpetró en legítima defensa, cálculos arteros o por venganza. En todo caso, el pequeño traficante de drogas Emilio Koyama (John ídem) fue el primer fallecido a manos del futuro Heisenberg: le asfixió en la caravana durante el episodio piloto con gas fosfano porque probablemente iba a matarle a él y a Jesse Pinkman (Aaron Paul). Luego estranguló con una cadena de bici a Krazy-8 (Max Arciniega), socio cautivo de Koyama intoxicado por el gas, en el sótano de Jesse durante “… And the Bag’s in the River” (1×03) porque descubre que pretendía apuñalarle con un pedazo de plato roto.
Tiempo después, presenció durante “Phoenix” (2×12) cómo Jane Margolis (Krysten Ritter), novia adicta de Jesse, se asfixiaba con su propio vómito por una sobredosis de speedball, una mezcla de heroína y crack, y no hizo nada para impedir su muerte: quería mantener a Jesse en el negocio de la metanfetamina y Jane no resultaba una influencia favorable para esto precisamente. Y una de las consecuencias inesperadas fue que dos aviones comerciales chocaron sobre Albuquerque durante “ABQ” (2×13) porque el afligido Donald Margolis(John de Lancie), controlador aéreo y padre de Jane, metió la pata en su trabajo. Así, Jane, las 167 personas que iban en los aviones y el propio Donald, que se suicidó más tarde de un disparo en la cabeza durante “Green Light” (3×04), murieron por la serie de acontecimientos provocados con la omisión de socorro de Walt.
En “Half Measures” (3×12), atropelló sorpresivamente con su Pontiac Aztec a los dos distribuidores de droga de Gustavo Fring (Giancarlo Esposito) que hicieron a Tomás Cantillo (Angelo Martínez), hermano de la nueva novia de Jesse, Andrea (Emily Ríos), matar a Combo (Rodney Rush), amigo del mismo Jesse, en “Mandala” (2×11), y liquidó al que aún vivía tras el atropello de un tiro a bocajarro; todo para evitar que los matase Jesse y Gus se lo cargara luego. En “Full Measure” (3×13), empuja a Jesse a acabar con el cocinero de meta Gale Boetticher(David Costabile) para que sólo ellos pudiesen fabricar la suya para Gus y sobrevivir por serle imprescindibles. Y, en “Face Off” (4×13), pone una bomba en la silla de ruedas del impedido Héctor Salamanca (Mark Margolis) con la beneplácito de este y consigue despachar por fin a Gus.
“Algunos actos vistos desde fuera pueden parecer extraños, repudiables u horribles, pero muchas ocasiones desde el punto de vista del que los cometen, estos tienen sentido”, aseguró Fiske en una entrevista. “No hablamos de cómo justifican esos actos frente a otros o incluso frente a sí mismos. Estamos hablando de las motivaciones que los lleva a cometerlos”. Y continúa así: “El protagonista cree que tiene una responsabilidad moral para con su familia que es más importante que los estándares morales de la sociedad”. Pero Walt acaba desengañándose: “Si tengo que oír una vez más que has hecho esto por la familia…”, le dice Skyler en el último episodio. “Lo hice por mí”, la corta él. “Me gustaba hacerlo. Era bueno haciéndolo. Y estaba realmente… Estaba vivo”. Lo reconoce, e incluso así, continúa huyendo hacia adelante; y por esta razón podemos decir que Walter White es un verdadero monstruo de la ficción televisiva.