En 1985, la niñera estadounidense Terry McKirchy, de entonces 22 años, recibió una condena leve por agitar violentamente y causar graves lesiones cerebrales a Benjamin Dowling; un bebé de cinco meses que tenía a su cargo.
Ahora, 36 años después, la ex niñera enfrenta una posible cadena perpetua tras ser acusada de asesinato en primer grado por un gran jurado del condado de Broward, Florida; luego de que expertos forenses determinaran que aquellas lesiones causadas causaron la muerte de Benjamin Dowling en 2019, a los 35 años de edad.
«El paso del tiempo entre las lesiones y la muerte de la víctima fue tenido en cuenta por los expertos forenses quienes llevaron a cabo la autopsia y resolvieron que la muerte fue directamente causada por las lesiones de 1984″, expresó la Fiscalía en un comunicado, citado por AP.
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El 3 de julio de 1984, Rae Dowling, la madre de Benjamin, recogió a su bebé de la casa de la niñera y notó que tenía los puños apretados y el cuerpo inerte. Así que lo llevó al hospital; donde le dijeron que su hijo había sufrido una hemorragia cerebral debido a una fuerte sacudida.
Se trataba de un caso de síndrome del bebé sacudido, o traumatismo craneal por maltrato; una lesión que sufren los infantes al ser fuertemente zarandeados y que puede dejarles graves secuelas médicas y truncar su desarrollo.
En 1985, la niñera McKirchy acusada de intento de asesinato y de maltrato infantil agravado.
En un primer momento, enfrentó una petición de pena de 12 a 17 años; la cual se redujo posteriormente tras alcanzar un acuerdo con los fiscales.
«Sé que no lo hice. Mi conciencia está tranquila. Pero no puedo lidiar más con esto. Tengo un embarazo de seis meses. No creería lo que esto le ha hecho a mi familia», dijo entonces McKirchy al diario Miami Herald.
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Sin comentar la detención de la niñera, los padres de Benjamin lamentaron en un comunicado las graves secuelas sufridas por su hijo; que quedó en un estado de total dependencia tras su lesión.
«Benjamin nunca gateó, no se volteaba completamente, nunca habló, nunca se alimentó por sí mismo; nunca disfrutó de una hamburguesa o un helado, él nunca pudo decirnos si tenía picazón o algo le dolía», contaron.
«Cuando él lloraba de dolor, nosotros como familia y cuidadores teníamos que adivinar lo que estaba mal y esperar que pudiéramos satisfacer su necesidad»; agregaron los progenitores.
Por RT