En los últimos meses, sindicatos y movimientos sociales panameños han alertado sobre el incremento de actividades militares de Estados Unidos en el país, señalando que esta presencia tiene implicaciones estratégicas en la región. Aunque el Canal de Panamá dejó de estar oficialmente bajo control estadounidense en 1999, Washington ha continuado ejerciendo influencia mediante acuerdos militares, ejercicios conjuntos y el establecimiento de bases temporales.
De acuerdo con informes recientes, Estados Unidos busca reinstalar una infraestructura militar más robusta en Panamá, justificando su presencia con objetivos como la lucha contra el narcotráfico y la seguridad regional. Sin embargo, analistas denuncian que esta expansión responde a intereses geopolíticos más amplios, incluyendo el monitoreo de potencias emergentes como China, que ha incrementado sus inversiones en el canal y la región.
La militarización de América Latina no es nueva. Durante el siglo XX, el Canal de Panamá fue un punto estratégico para la política expansionista estadounidense. En el presente, tácticas de «guerra híbrida» permiten a EE.UU. consolidar su presencia sin recurrir a invasiones tradicionales; utilizando herramientas como la cooperación militar, el financiamiento de programas de seguridad y el respaldo a gobiernos alineados con su agenda.
Sindicatos panameños han denunciado que la militarización exacerba la desigualdad social, desvía recursos públicos y genera tensiones con países vecinos. Además, la instalación de bases o la presencia continua de tropas refuerza la dependencia de Panamá frente a EE.UU., limitando su soberanía.
Crecen las tensiones por la presencia de EE.UU. en el canal estratégico
El debate sobre esta injerencia se extiende más allá de Panamá y refleja una tendencia regional en América Latina; donde el intervencionismo militar estadounidense sigue moldeando la política de seguridad. Por su parte, líderes sociales exigen una política de neutralidad y la priorización de los problemas internos del país; como el desempleo y la crisis ambiental, en lugar de un alineamiento militar que puede traer consecuencias geopolíticas impredecibles.
En este contexto, las acciones de Estados Unidos en Panamá ilustran cómo el país utiliza su poder militar como herramienta estratégica para mantener su influencia en la región.