En Estados Unidos el fentanilo ha reemplazado a la heroína como principal droga vinculada a las muertes por sobredosis. Aunque el Gobierno federal intenta luchar contra este flagelo, considerado ya como una epidemia, la cifra de muertes sigue aumentando.
El fentalino es un opiáceo sintético surgido en los últimos años, cuyo efecto puede ser hasta 50 veces mayor que el de la heroína. Esta droga, similar a la morfina pero más potente, suele emplearse en el tratamiento de pacientes con dolores intensos o crónicos, o después de una operación quirúrgica.
En el 2017, un total de 279 personas murieron solo en Washington D.C. por sobredosis. En un 71 % de los casos la droga estaba cortada con fentanilo. Tras su introducción en 2014, las muertes se incrementaron un 178 % en solo dos años. Las autoridades de la capital estadounidense no lanzaron un plan contra ese mal hasta el pasado mes de diciembre.
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"Fue muy aterrador al principio porque sentíamos que estaba por delante de nosotros. Era un tren fuera de control, no estábamos preparados, se nos escapaba. En toda la ciudad en cuanto a servicios no estábamos preparados para tal devastación. Ni servicios en lo que respecta a la atención de las personas, ni estábamos preparados en cuanto a legislación, ni estábamos preparados para la cantidad de personas que iban a morir", comenta Diane Jones, directora de la organización de servicios sociales Family and Medical Counseling Service.
Aunque el Gobierno federal ha destinado 6.000 millones de dólares para combatir la crisis de fentalino, Jones denuncia que sigue faltando coordinación. Es en los distritos del este de Washington donde se registran los mayores índices de sobredosis fatales, barrios humildes de población mayoritariamente afroamericana.
Quienes batallan desde hace años contra los estragos de la droga creen que el perfil de la víctima explica la dejadez institucional. "Las políticas de drogas en este país nunca han sido neutrales. Desde sus orígenes, las políticas de drogas en EE.UU. se han centrado en los inmigrantes y las personas de color, y esto es evidente hoy en día cuando presenciamos un cambio de enfoque hacia la salud pública, inspirado por la compasión generada cuando los blancos se vieron afectados por la crisis de los opiáceos", asevera Monique Tula, directora ejecutiva de la organización Harm Reduction Coalition.