Acurrucados contra una valla fronteriza en una mañana muy fría en El Paso, Texas, un grupo de 60 migrantes guatemaltecos, alrededor de la mitad bebés y niños, gritaba pidiendo ayuda: "Tenemos frío, tenemos hambre, necesitamos refugio".
El grupo intentaba rendirse a los agentes de la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos y solicitar asilo, pero los agentes estaban demasiado ocupados desplazando a otros grupos a lo largo de la cerca que se encuentra a unos 90 metros dentro del territorio de Estados Unidos.
La barrera de acero de 18 pies de altura (5.5 metros) está destinada a impedir la inmigración ilegal. Pero su posición dentro de la frontera lo ha convertido en un destino para los contrabandistas de personas que trafican a grandes grupos de solicitantes de asilo que huyen de la pobreza y la violencia.
Los traficantes en las últimas semanas han cambiado las rutas a El Paso desde el área remota de Antelope Wells en Nuevo México, dijo el agente de supervisión de la Patrulla Fronteriza, Joe Romero.
Una vez que los inmigrantes indocumentados se encuentran en territorio estadounidense, la Patrulla Fronteriza está obligada a arrestarlos por ingresar ilegalmente.
Pero los migrantes pueden reclamar el temor de regresar a sus países, lo que les permite permanecer en Estados Unidos legalmente hasta una audiencia de asilo, que puede durar meses o años.
La estrategia de los contrabandistas explota una debilidad en el propio muro fronterizo que el presidente Donald Trump ha promocionado como un medio para proteger a Estados Unidos de los inmigrantes indocumentados y las drogas ilícitas.
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Las multitudes en El Paso ilustran los cambios en los patrones de inmigración. Apenas hasta 2015, la mayoría de los que cruzaban la frontera indocumentados eran hombres adultos de México que buscan desaparecer en el país y encontrar trabajo.
Ahora la Patrulla Fronteriza dice que alrededor del 85 por ciento de los migrantes que llegan al sector de El Paso son familias y niños centroamericanos que buscan asilo.
Gaspar Isom, de 38 años, quien estaba con su hijo Sebastián de 16 años, dijo que eligió El Paso por la relativa seguridad de su ciudad fronteriza mexicana hermana, Ciudad Juárez.
"Nos dijeron que otros lugares eran más peligrosos de cruzar, estaban controlados por los Zeta", dijo Isom, refiriéndose al cartel mexicano.
Según la información de la Patrulla Fronteriza, los dos se encontraban entre los cerca de mil migrantes, en su mayoría de América Central, que cruzaron a El Paso el miércoles en medio de un incremento de estos arribos a la frontera de Estados Unidos a niveles que no se han visto en más de una década.
El Paso no está solo en ver un aumento. Según los datos del gobierno publicados esta semana, más de 268 mil migrantes indocumentados fueron arrestados en la frontera suroeste entre octubre y febrero, casi duplicándose con respecto al mismo período del año anterior a un máximo de 12 años.