Permanecía en la prisión Corcoran, en California, donde cumplía 25 cadenas perpetuas, una por cada uno de los asesinatos que cometió a principios de la década de 1970.
Juan Vallejo Corona, inmigrante indocumentado, trabajador temporero, esposo y padre de cuatro hijas, electrocutado 23 veces para curarle una enfermedad mental y deportado luego de vuelta a México, machista y homófobo, asesino de 25 personas a las que enterró en tumbas poco profundas, y uno de los peores homicidas en serie que ha conocido Estados Unidos, Juan Vallejo Corona ha muerto este lunes en un hospital junto a la prisión estatal de Corcoran (California), donde fue condenado en 1973 a pasar el resto de su vida. Tenía 85 años. Ha fallecido de causas naturales, según el Departamento Correccional.
Corona nació en 1934 en Autlán, una ciudad del estado mexicano de Jalisco rodeada de montañas. Emigró adolescente a California, donde ya tenía familiares, y se dedicó a recoger frutas y verduras como temporero indocumentado. Allí se casó con su esposa, Gloria, y tuvo cuatro hijos.
En diciembre de 1955, una terrible inundación de los ríos Yuba y Feather causó más de 70 muertes pocos días antes de Navidad, y destruyó más de 100.000 acres en el norte de California. Corona, muy afectado, sufrió un episodio de locura, asegurando que veía fantasmas caminando junto a él. Fue hospitalizado, se le diagnosticó esquizofrenia paranoide, y recibió 23 electro-shocks a modo de cura.
Fue dado de alta tres meses después, y deportado a México. Regresó poco después, con una green card, y consiguió una licencia como contratista: su trabajo consistía en buscar trabajadores para ranchos, pero él rastreaba a hombres desesperados y sin familia con otros fines: asesinarles de un solo disparo o una puñalada en el pecho, informo Telemundo.
“Corona elegía a sus víctimas”, explicó Carls Adams, fiscal del condado de Sutter en 2009, “hombres sin familia ni conexiones”. “Era un hombre muy cruel”, señaló Dave Teja, fiscal del condado de Sutter en 1971.
Aquel fue el año en el que se produjeron los asesinatos.
El 19 de mayo, un granjero japonés descubrió un agujero, de siete pies de largo y tres de ancho, en un campo de melocotoneros. Al día siguiente regresó y vio que había sido rellenado con tierra. Cuando llegó la policía, desenterró el cuerpo de un hombre, Kenneth Whitacre, al que habían violado, acuchillado, decapitado, y sepultado con pornografía homosexual.
En días subsiguientes se hallaron nuevas sepulturas similares, todas de hombres sodomizados, acuchillados (uno de ellos tenía un disparo), sodomizados y mutilados con un machete. En la nuca, un par de cortes en forma de cruz.
Hasta el 4 de junio, la policía desenterró 25 cadáveres. En algunas de las tumbas encontraron recibos a nombre de Juan V. Corona.
El juicio comenzó en septiembre de 1972. Siete meses antes, la Corte Suprema de California había prohibido la pena de muerte como un castigo inconstitucional por cruel e inusual.
Corona se declaró inocente. El jurado tardó 45 horas en encontrarle culpable de los 25 asesinatos. Fue condenado a 25 cadenas perpetuas consecutivas. Su esposa se divorció de él ese mismo año.
Una corte de apelaciones obligó a repetir el juicio en 1978 al no haberse tenido en cuenta la esquizofrenia paranoide que sufría Corona. Volvió a ser juzgado en 1982, y volvió a ser condenado. En esta ocasión sí confesó los crímenes.
Se le denegó la libertad condicional en ocho ocasiones. La próxima audiencia era en 2021. Murió antes, envuelto en las brumas de la demencia, a los 85 años y tras pasar casi medio siglo en la cárcel.