Katie Holley y su esposo habían cumplido el sueño de su vida: comprar una casa en Florida. Casi no hicieron remodelaciones, pero sí se encontraron con un problema que decidieron atacar sin contemplación. La vivienda estaba llena de cucarachas, así que prefirieron pagar 85 dólares cada tres meses para acabar con ellas.
Una noche mientras dormía, se despertó con una extraña sensación en su oído. Desorientada, caminó hasta el baño y comenzó a revisarse con un hisopo y algo se movió. Cuando sacó el algodón, pegado a él había dos patas marrones de algún animal que aún no identificaba. La joven contó su experiencia en primera persona en una nota en la web Self.
"Comencé a hiperventilar", escribió. "Mi esposo buscaba sin parar sus anteojos (…) Miró en mi oído y confirmó que había una cucaracha intentando llegar a mi cerebro".
El marido entonces tomó un par de pinzas y alcanzó al animal. Intentó extraerlo, pero fue inútil. Apenas pudo tomar pedazos de sus patas. "En ese punto, era claro que necesitaba ir a la emergencia de un hospital", cuenta. Se vistió rápidamente y mientras corrían al carro, sintió cómo el insecto avanzaba más y más en el canal de su oído.
"No era necesariamente doloroso, pero sí una tortura psicológica (…) Era bizarro".
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Así llegaron al hospital a las 2:00 am. Los médicos le confirmaron entonces: era una cucaracha. Rápidamente le aplicaron lidocaina, un líquido que haría un doble efecto: dormir su oído y matar al animal. "Mientras el médico administraba la lidocaina la cucaracha comenzó a reaccionar. La sensación de tener una cucaracha agonizante mientras está en una parte muy sensible de tu cuerpo, no es algo que pueda explicar (…) Le tomó como dos minutos morirse".
Fue solo entonces cuando el médico comenzó a extraer pedazos del animal con una pinza.
La pareja tomó entonces una decisión: comprar tapones para los oídos y usarlos al dormir. "Como pueden imaginar, no dormí mucho el resto de esa noche", recordó. Y aunque el médico le había mostrado en una servilleta blanca los restos extraídos, 24 horas después Holley aún sentía que había más. "La pesadilla no había terminado", escribió.
Una semana después, Holley visitó a su médico familiar y le contó lo ocurrido. Decidieron hacerle una nueva limpieza y confirmaron sus sospechas tras varias revisiones. El doctor veía algunos restos de la cucaracha muerta en el oído de la joven. "Solo quería que me sacaran todo para que esta experiencia terminara de una buena vez". Extrajeron seis partes más y para descartar que hubiera más, el médico le hizo una cita con un otorrino.
Más tarde ese mismo día, le extrajeron la cabeza del animal con sus largas antenas, la parte superior del torso y extremidades. "Él me aseguró que habían sacado todos los pedazos de la cucaracha. También me dijo que encuentra insectos de los oídos de las personas al menos una vez al mes".