AUSTIN, Texas, EE.UU. (AP) — El refugiado somalí Mohammoud Saed estaba emocionado cuando se enteró de que y esposa y sus ocho hijos completaron el prolongado trámite para venir a Estados Unidos y reunir a la familia completa por primera vez en siete años.
Pero el resto de la familia nunca vino porque sus documentos de viaje expiraron mientras se dilucidaba qué hacer con el decreto presidencial de Donald Trump que buscaba reducir el programa de refugiados y suspender el ingreso de personas de varios países mayormente musulmanes, incluido Somalia. Ahora vive en un campamento de refugiados de Etiopía, desesperada por encontrar un hogar permanente.
El caso de esta familia explica por qué en los últimos dos meses se redujo drásticamente la llegada de refugiados a pesar de que el decreto de Trump fue bloqueado por los tribunales. En marzo llegaron 2.070 refugiados, la menor cantidad en seis años, con excepción de un tramo del 2013 en que el gobierno estuvo paralizado. La cifra fue levemente superior en abril, en que vinieron 3.200 refugiados, pero sigue siendo mucho más baja que en los meses previos a la orden ejecutiva de Trump
Un decreto firmado por Trump en enero redujo la cantidad de refugiados a ser admitidos anualmente de 110.000 a 50.000. Esa medida estuvo en vigor hasta que fue bloqueada a mediados de marzo y durante ese período el Departamento de Estado controló muy estrictamente el arribo de refugiados.
“Este programa no puede ser puesto en vigor e interrumpido como si se abriese y cerrase un grifo”, afirmó Erol Kekic, director ejecutivo del Programa de Inmigración y Refugiados de Servicio Mundial de Iglesias, una de las organizaciones de reubicación de refugiados más grande del mundo.
Abundan los casos como los de los Saed, en que los documentos de viaje caducaron durante el lapso en que la llegada de refugiados estuvo restringida, lo que los obliga a empezar todo el proceso de nuevo. Saed, de 56 años, ejercía la medicina en Somalia antes de verse obligado a huirle a la guerra civil. Ahora aguarda la llegada de su familia mientras lidia con problemas renales, que espera resolver con un trasplante del órgano de alguno de sus familiares.
“No se imagina cómo me siento, lo que extraño a mi familia”, afirmó.
Los conservadores están satisfechos de que se haya reducido la cantidad de refugiados, pero insisten en que debe haber un cierre total de admisiones. Agrupaciones defensoras de los derechos de los refugiados, por su parte, dicen que mucha gente queda atrapada en países en guerra, desbordan los campamentos de refugiados y se generan peligrosas condiciones de vida en medio de la crisis de refugiados más grande de la historia moderna.
Legislaturas estatales controladas por los republicanos han tomado también medidas para restringir la llegada de refugiados.
“Creo que es un buen momento para dejar todo en suspenso y reconsiderar todo el programa de reubicación de refugiados”, manifestó el senador estatal de Texas Don Huffines, republicano y autor de una ley que acaba de ser aprobada y que cierra la oficina de refugiados de su estado. “Hay que velar por la seguridad de Texas”, señaló.
Por más que siga vigente el cupo de 110.000 refugiados, la paralización que hubo de enero a marzo implica que es probable que no se llegue a esa cifra este año como consecuencia de las iniciativas de Trump.
“Se cancelaron pasajes y permisos de salida”, dijo Kay Bellor, vicepresidente de los programas de reubicación del Servicio Luterano de Inmigración y Refugiados. “No se puede cambiar de la noche a la mañana y decir, ‘todo el mundo a bordo’”.
El Congreso, por otro lado, aprobó un presupuesto que permite recibir 75.000 refugiados en el actual año fiscal y un vocero del Departamento de Estado dijo que actualmente se están recibiendo 900 refugiados por semana para mantenerse dentro de ese presupuesto.
Organismos locales que trabajan en la reubicación de refugiados se muestran por momentos desconcertados ante las idas y venidas con las admisiones y se han visto obligados a reducir su personal y a informarle a muchos refugiados que sus familiares tal vez nunca puedan venir.
“Este es uno de los períodos más difíciles que hemos visto en los servicios para refugiados”, indicó Aaron Rippenkroeger, presidente del Servicio de Refugiados de Texas. “Funcionamos en un ambiente extremadamente inestable”.