Hay historias que inspiran. Y la de Mark McMorris es una de ellas. El snowboarder canadiense se ha alzado con la medalla de bronce de su categoría en los Juegos Olímpicos de Invierno 2018 en Pyeongchang (Corea del Sur), pero el año pasado ya había ganado una batalla más importante: vencer a la muerte.
El joven deportista de 24 años se estrelló contra un árbol en marzo de 2017. Un terrible accidente mientras entrenaba en las montañas de Whistler Backcountry (Canadá), que le dejó múltiples fracturas. Mandíbula, costillas, pelvis, brazo izquierdo, una lesión en el bazo y un colapso en el pulmón izquierdo, que lo mantuvieron al borde de la muerte.
En marzo de 2017, McMorris se estrelló contra un árbol. Un helicóptero de rescate se adentró en las montañas de Whistler Backcountry (Canadá) para trasladar al deportista a un hospital. Sufría una fractura de mandíbula, ruptura de bazo, sangrado interno, tenía varios huesos rotos y un pulmón colapsado, según ha relatado la CNN. "Estaba seguro de que iba a morir", publicó entonces en las redes sociales el snowboarder. "Nunca volveré a dar por sentado otro día de mi vida en la tierra", añadió.
La del año pasado no es la única lesión que ha sufrido. En 2016 se cayó y se rompió el fémur. Fue sometido a una operación en la que le fue implantada una varilla de metal en la pierna. Se recuperó y volvió a entrenar. Al año siguiente, sufrió un nuevo accidente. Esta vez, casi le cuesta la vida.
Sin embargo, apenas unos meses después, este joven deportista ha vuelto al podio olímpico. Consiguió 85,20 puntos en su categoría y repitió el tercer puesto que ya había alcanzado en Sochi-2014.