Tom Brady lanzó dos pases de anotación y los Patriots de Nueva Inglaterra no tuvieron problema alguno en medio de una densa niebla para derrotar el domingo 23-7 a los Falcons de Atlanta, quienes se quedaron muy lejos de encontrar revancha por la derrota que sufrieron en el último Super Bowl.
El duelo dominical no fue precisamente un Super Bowl. De hecho, ni siquiera fue un “súper partido”. Los Patriots simplemente juguetearon con un equipo que lució intimidado.
En febrero, Nueva Inglaterra anotó los últimos 31 puntos para remontar y coronarse ante Atlanta. Varios espectadores en el Gillette Stadium llevaban camisetas con la leyenda “28-3”, el marcador que los Falcons llegaron a tener a su favor en el tercer periodo del Super Bowl.
Y el ánimo festivo se fortaleció luego que Nueva Inglaterra (5-2) anotó los primeros 23 puntos. Los Falcons (3-3) no tuvieron que esperar tanto ahora para desmoronarse.
Brady no perdonó la tibieza de los Falcons. Los Patriots combinaron acarreos y pases para controlar el reloj y la posición en el campo. Y su defensa, ubicada en los últimos lugares de la liga durante seis semanas, apagó al quinto mejor ataque de la NFL.
Brady lanzó un pase corto y por debajo del brazo a Brandin Cooks. El receptor recurrió a su velocidad para colarse hasta el rincón izquierdo de la zona prometida.
El otro envío de anotación fue de dos yardas, a James White, quien logró tres touchdowns en el Super Bowl, incluido el decisivo.
Atlanta dio tan mal partido que incluso Matt Bryant, usualmente fiable, vio bloqueado un intento de gol de campo. Luego, estrelló una patada de 36 yardas en un poste.
La maldición de los Falcons, que data del Super Bowl, podría perseguirlos al menos durante todo este año.