Un 23 de marzo, pero de 1980 dio inicio a la gran jornada de alfabetización. Entre los jóvenes que se disponían a realizar esta tarea estaba Erving José Ampie Álvarez; dispuesto a cumplir con las palabras del comandante Carlos Fonseca Amador: «Y también enséñales a leer».
«Realmente yo me integré al frente en 1979, luego hubo una primera tarea que era la alfabetización; porque en Nicaragua había una gran cantidad que no sabían leer y escribir. Estábamos en el 52.9% de nicaragüenses que no sabían leer y escribir y yo creo que eso, como buen nicaragüense; uno tiene que razonar, reflexionar y tenemos que aportar, porque si somos parte de esta revolución tenemos que dar todo por ella»; dice Ampie.
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Aunque ahora las canas de su cabello marcan los años, el joven entusiasta dispuesto a enseñar aún está presente. Tras culminar la primera Cruzada Nacional de Alfabetización, se ha unido a nuevos propósitos; siempre con el mismo fin: seguir con la enseñanza.
«Precisamente, otros compañeros que en su tiempo que fundamos la Juventud Sandinista nos propusimos hacer esa historia. Es una historia grande donde miles y miles de jóvenes participamos en la cruzada. Lo que a mí me motivó era la gran necesidad educativa de las personas que a veces las engañaban con sus tierras; les quitaban sus casas, no sabían ellos que estaban firmando», dice Ampie.
«Yo comencé en la Asociación de Educación Popular Carlos Fonseca, pero antes de eso, en 2005, las alcaldías eran neoliberales. Aquí, por ejemplo, en este municipio eran liberales, pero me delegaron la tarea; y un señor de apellido Delgado me prestó una casita, un cuartito, y me dijo: ‘Aquí puedes hacer tu oficina de alfabetización’. Me prestó una mesa y dos banquitos, y comencé con las uñas, respirando material, con hojas en blanco. Fui a hacer un censo y me fui a un barrio que se llama Los Mercados; pero cuál fue la sorpresa que todas las casitas eran bandera roja. Un muchacho me dijo que si era sandinista, allí no me iban a recibir, pero le dije yo, «vamos a ver». En algunas nos recibían y otras no. Censé en esa comunidad de 900 ciudadanos, 600 no sabían leer y escribir», enfatizó Ampie.
Su misión en enseñar es una tarea que no ha dejado a un lado. Sus ganas de aprender también lo han hecho merecedor de títulos y reconocimientos, tiene alrededor de 50. Para él, la edad no es un límite. No fue, sino hace cuatro años que culminó su carrera universitaria, una licenciatura en Física y Matemáticas.
Ampie hoy en día es director de una escuela en su natal pueblo, La Concepción-m y destaca que seguirá apoyando con sus conocimientos para llevar el pan del saber con la revolución.