Una abuela chinandegana lleva años cultivando hortalizas, plantas de toda especie y frutos en el patio de su casa. Ella asegura que le debe su buena salud a la naturaleza por su relación con las plantas.
“Hay que darle amor a las plantas, frutas y verduras porque de ellos depende nuestra calidad de vida”, lo dice Josefa Molina López, la abuela pionera de los patios saludables, que con 77 años, no deja de trabajar en su invernadero que tiene instalado en el patio de su casa, en la comunidad de Ameya, al noroeste del municipio de El Realejo, en el departamento de Chinandega.
Chepita, a como la llaman en su comunidad, ha diversificado su patio de tres manzanas de tierra, cultivando hortalizas, plantas ornamentales, medicinales, árboles frutales y hasta para hacer coñac.
Las principales ventajas de sembrar en este patio es que hay un clima favorable al de la ciudad, pues la parcela se encuentra a escasos metros de la represa Ameya, un afluente que nace en el sector y del que se abastece esta abuela para regar su invernadero y cultivos que germinan en esta tierra fértil.
La abuela pionera de los patios saludables nos cuenta que se ha organizado con otras mujeres con apoyo del Ministerio de Economía Familiar (MEFCCA) y está convencida que les debe su buena salud a las plantas, no solo por su relación con ellas, sino también porque le curan sus males.
“Este invernadero es mi vida, aquí cultivo verduras, árboles frutales y medicinales, tenemos de todo lo que pueda utilizar la familia, hasta las hojas de valeriana, el mateare y otras plantas que se hacen en té para las enfermedades”, refiere la octogenaria mujer amante de la naturaleza.
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En la pequeña parcela encontramos plátanos, aguacates, cítricos, granadilla, mangos, guayaba, guayabilla, cacao, papaya, zapote y hortalizas que una vez está lista la producción se cortan y Chepita las lleva al mercado a vender para el sustento del hogar. “Ya se sabe que si nosotros cultivamos hasta al mercado lo llevamos ya que todo lo que encontraremos en el mercado llega del campo, porque en la ciudad no se produce nada”, expresa.
“Le doy gracias a Dios que estoy con vida y con la energía de seguir cultivando mi patio con el apoyo de los técnicos (del MEFCCA), quienes me han brindado acompañamiento técnico, capacitaciones, suministrando semillas y plantas para seguir produciendo, además me invitan a las ferias donde ofrezco mis productos”, indicó Chepita.
A pesar de su rostro agobiado, Josefa Molina confiesa que el olor al campo y el canto de los pájaros la despiertan a las 4 de la mañana. Desde ese momento agradece a Dios por el nuevo día para cumplir su jornada y dedicarle tiempo y amor a las plantas, muchas de ellas, se encuentran protegidas en el invernadero por el inclemente sol que cae en la época de verano.
La mayoría de estas matas están plantadas en botellas plásticas o llantas, materiales que Chepita reutiliza y las convierte en maceteras, para venderlas o las trasplanta para crear un patio mucho más productivo.
“También compro plantas que no tengo para reproducirlas en el invernadero o en el patio, como el coñac y otras plantas como el mimbro, melocotón, jamaica y la guayabilla se pueden fermentar para hacer vino, todo es tener la amabilidad de darles amor y sabor”, indicó.
En muchas comunidades de Chinandega, los patios funcionan como huertos capaces de producir todas las hortalizas, frutas y granos básicos que consume una familia y que no requerirán más que atención, cuido y amor como lo hace esta abuela para luego trasladar la cosecha a los mercados de la ciudad.
