La relación entre las emociones y el corazón parece que no es solo una cuestión poética, sino también científica. De hecho, al recibir un implante cardíaco una persona puede sufrir cambios drásticos en su vida emocional.
Si bien es el cerebro el que registra la noción de las amenazas, es a través de un aumento de los latidos del corazón o de las manos sudorosas como sentimos que dicha noción abstracta se transforma en una emoción, según William James, uno de los fundadores de la psicología. Varios estudios modernos vienen a avalar esta teoría, revelando que las alteraciones en el corazón, por ejemplo, tras recibir un implante, alteran nuestros sentimientos.
Varios estudios citados por la BBC revelan que las personas con más conciencia corporal, es decir, aquellas que sienten mejor su cuerpo y pueden precisar mejor, por ejemplo, cuántas veces en un minuto ha latido su corazón sin tocarse, tienen una reacción más intensa y se sienten mucho más conmocionadas por imágenes emotivas y, en general, tienen una vida mucho más emocional. También saben describir mejor sus sentimientos y, al parecer, es esta sensibilidad la que ante todo permite a estas personas reconocer mejor las emociones en las caras de otras personas y entender mejor cómo evitar amenazas.
Esto podría explicase por el hecho de que las sensaciones corporales más intensas saturan los recuerdos y hacen de la aversión algo más intuitivo, así que estas personas perciben de una forma más sencilla si las cosas, acciones y opciones a las que se enfrentan son malas o buenas, según Daniella Furman, de la Universidad de California. Además, es probable que sean precisamente estas señales corporales las que explican lo que conocemos como intuición. Las personas que pueden escuchar mejor a su cuerpo, son las que más a menudo ganan o pierden menos en los juegos de cartas, según otro estudio de la Universidad de Exeter.
¿Y qué pasa cuando una persona sufre cambios artificiales en su corazón, por ejemplo, después de un implante? En un caso estudiado por un grupo de científicos internacionales, esta persona ya no puedo sentir los latidos de su corazón, sino los de su implante, lo que alteró su percepción de su cuerpo y, de esa forma, alteró algunas de sus habilidades sociales y emocionales. La persona se volvió menos sensible y empática, tuvo más problemas a la hora de entender las motivaciones de los otros y, ante, todo con la intuición. Todo ello permitió a los autores de estudio concluir que es el cuerpo el que maneja la cognición emocional.