Autoridad y diálogo, el modelo de pacificación de las favelas de Río de Janeiro

Con autoridad pero sin olvidar el diálogo, así actúan las unidades de policía pacificadora (UPP) instaladas en las favelas de Río de Janeiro, eje central de la política de seguridad brasileña que desde el fin del Mundial están en el ojo del huracán.

Y es que desde el fin del Mundial el número de ataques contra las sedes policiales en las favelas se han multiplicado, especialmente en la Zona Norte de Río de Janeiro, donde el Complejo de Favelas del Alemao ha presenciado, como mínimo, un tiroteo entre narcotraficantes y policías cada día.

Estos ataques han puesto a las UPP, eje central del proceso de pacificación de las favelas, en el ojo del huracán y se teme que si una de las favelas vuelve a caer en manos de las bandas de narcotraficantes se produzca un efecto contagio y la policía pierda el control del resto de las barriadas.

Sin embargo, Marcio Rocha, comandante de la UPP de la favela de Santa Marta, la primera que fue pacificada y cuyo modelo es seguido en las barriadas del resto de la ciudad, no teme que se produzca ese contagio.

«Los ataques no tienen una relación directa con el final de la Copa», afirmó a Nóvosti durante entrevista.

En su opinión es «difícil hacer un análisis que demuestre la relación» entre final de Mundial y el ascenso de la violencia, si bien destacó que el complejo del Alemao es «casi inexplorable para los policías» debido a su geografía y el trazado urbano.

Para poder patrullar en todo su territorio los policías desplegados en la zona necesitarían «blindados, pero igualmente conseguimos hacerlo» excepto en «algunos puntos donde no es posible».

En su opinión, para atajar la situación es necesario que el número de efectivos aumente y que ese crecimiento vaya de la mano de políticas que instalen en las favelas servicios sociales básicos y que de este modo los vecinos incrementen su confianza en los agentes desplegados sobre el terreno.

Rocha, uno de los primeros agentes en unirse a una UPP, destacó que es necesario que los habitantes se acostumbren a la presencia de los agentes y del resto de estructuras del Estado que han estado fuera de las favelas durante mucho tiempo.

«Los moradores antes no iban a pedir ayuda a un agente porque existía la mentalidad de que el narcotraficante era el que juzgaba y solucionaba cualquier situación», afirmó a Nóvosti.
Conseguir subvertir esa situación, que los ciudadanos vuelvan a confiar en la policía y que los agentes sustituyan la autoridad de los narcotraficantes es el trabajo de estos policías, cuya labor se inició en diciembre de 2008.

En aquel mes, precisamente en Santa Marta, se instaló la primera UPP dos meses después de la ocupación de la favela por el ejército.

Desde entonces los agentes se han ganado la confianza de los vecinos a través de una relación que «es siempre muy desgastante», según la definió Rocha.

El desgaste se produce «especialmente al inicio porque la presencia de la policía, como la de cualquier estructura del Estado, no existía», recordó y afirmó que hasta la llegada de la primera UPP en las favelas «no existía la cuestión del servicio público».

En opinión de Rocha, que ya ha trabajado en varias Unidades de Policía Pacificadora repartidas por Río de Janeiro y ha sido comandante de la que está instalada en la favela de los Macacos, una de las más peligrosas de la ciudad, «la forma de reaproximarse tiene que partir de la policía».

Para conseguirlo, los agentes deben «anticiparse a los vecinos» con acciones cotidianas «como dar los buenos días» o hacer cursos de formación profesional impulsados desde la comisaría.

«Es importante que el morador vea que estamos haciendo algo que es útil para ellos», concluyó.

Según su experiencia, para que el proceso tenga éxito es necesario que haya comunicación y diálogo entre la lideranza de la UPP y los habitantes de las favelas, y destacó que «si no das una explicación pormenorizada de las cosas van a sentirse oprimidos».

«Es fundamental el diálogo incluso para negar algo, porque si no lo haces van a pensar que soy autoritario. Lo importante es saber hacerse entender», añadió.

El comandante ejemplifica esa comunicación con un evento que sucedió cuando aún estaba al frente de la UPP de la favela Macacos, cuando en la segunda fiesta de baile autorizada hubo un tiroteo, por lo que debió paralizar la celebración de este tipo de festejos.

Según explicó a Nóvosti, los organizadores entendieron la negativa porque como comandante de la UPP y «gestor de la seguridad» en la favela, Rocha y sus agentes son responsables de todo lo que sucede en la barriada.

Desde la instalación de la UPP en Santa Marta, no se han producido muertes violentas ni enfrentamientos armados, si bien se ha percibido un aumento notable de las denuncias por violencia doméstica.

Este tipo de casos, según explicó Rocha, «no es que hayan crecido, es que han sido cuantificados por primera vez, porque antes no existía la costumbre de ir a denunciarlos y la policía no tenía registro».

Sin embargo, según reconoció, «el tráfico de drogas aún existe y si disminuye la presencia policial van a volver las bandas y va a volver la violencia» a las favelas, por lo que es necesario aumentar y mantener la presencia.

«Sabemos que no vamos a conseguir acabar con el tráfico, porque mientras haya alguien consumiendo, van a encontrar alguna forma de acceder a la droga, pero debemos patrullar todas las zonas para evitar que vuelva la violencia», concluyó.