Las dificultades familiares y el estrés vividos en la infancia podrían acelerar el envejecimiento en la edad adulta, según un estudio que sugiere un impacto biológico duradero de los traumatismos sufridos durante los primeros años de vida.
Los investigadores midieron la longitud de los telómeros, unas estructuras del ADN protectoras de los cromosomas, cuyo estrechamiento al envejecer está vinculado con la madurez celular y a las enfermedades.
Para este estudio, publicado el lunes en las Actas de la Academia Estadounidense de Ciencias (PNAS), los autores compararon la longitud de los telómetos de las glándulas salivales de 4.598 hombres y mujeres de más de 50 años en Estados Unidos, que respondieron entre 1992 y 2008 a preguntas sobre las experiencias traumatizantes vividas a lo largo de su vida.
Para el período previo a los 18 años, como situaciones estresantes se consideraron las dificultades financieras en el hogar, el hecho de que la familia fuera desahuciada, que el padre perdiera su empleo o que uno de los progenitores fuera alcohólico o se drogara.
Los participantes también indicaron en el cuestionario si fueron golpeados, maltratados sexualmente o si tuvieron altercados con la Policía durante la adolescencia.
El equipo de investigación, liderado por Eli Puterman, de la Universidad de la Columbia Británica, en Vancouver (Canadá), constató que la reducción de los telómeros después de los 50 años aumentaba en un 11% por cada experiencia traumática vivida en la infancia.
Según los investigadores, este estudio reafirma los resultados de análisis anteriores que sugerían que una infancia difícil podría tener un impacto en el envejecimiento celular en la edad adulta.
Según éstos, también sería posible que las situaciones estresantes en la infancia tuvieran más efectos negativos en la salud al hacerse mayor que los factores de estrés vividos en la edad adulta.
El estudio cita como factores traumáticos de la edad adulta el hecho de ser beneficiario de un seguro médico para los más desfavorecidos, recibir tickets de alimentación, haber estado desempleado o estar buscando trabajo.
También se incluyen la pérdida o enfermedad grave de un hijo o cónyuge, haber sido víctima de una catástrofe natural, o de heridas de guerra.
Más de tres cuartos de los 4.598 participantes en el estudio dieron cuenta de al menos una experiencia traumática en su vida, y más de la mitad de ellos, de dos o más.