Colombia, en rumbo a concretar la paz con las FARC, dio este jueves los primeros pasos hacia un plebiscito sobre el crucial acuerdo con esa guerrilla para superar medio siglo de un conflicto armado que a lo largo de medio siglo ha dejado cientos de miles de víctimas.
Antes de la votación el 2 de octubre, que busca refrendar lo negociado desde noviembre de 2012 en Cuba y sin una tregua en el terreno, el presidente Juan Manuel Santos dispuso el fin de la confrontación militar con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, marxistas).
«Como jefe de Estado y como comandante en jefe de nuestras fuerzas militares he ordenado el cese al fuego definitivo con las FARC a partir de las 00H00 del próximo lunes 29 de agosto», anunció Santos en medio de aplausos en la escalinata del Congreso, adonde asistió a iniciar el trámite de convocatoria al plebiscito.
«¡Se termina así el conflicto armado con las FARC!», añadió.
Aunque desde julio de 2015, esta guerrilla ha mantenido un alto al fuego unilateral, al que el gobierno respondió con la suspensión de los bombardeos en el marco del desescalamiento del conflicto, las fuerzas militares se reservaban hasta ahora su función de combate a grupos armados como las FARC.
Santos, un político de centroderecha que ha apostado todo su capital político a la pacificación del país, entregó al presidente del Senado, Mauricio Lizcano, el texto de 297 páginas del acuerdo, que ya ha sido publicado por el gobierno.
«Le estamos entregando al pueblo la última palabra sobre la paz de Colombia«, enfatizó el presidente al referirse a la consulta electoral.
Para ser aprobado, el acuerdo debe cosechar al menos 4,4 millones de votos afirmativos (13% del padrón electoral) y que estos no sean superados por el ‘No’.
Previo al plebiscito, Santos y el líder de las FARC, Timoleón Jiménez (Timochenko), firmarán la paz en un lugar y fecha aún por definir.
Confiado en un resultado favorable, el jefe negociador del gobierno, Humberto de la Calle, indicó este jueves que no «hay espacio para renegociar» en caso de que gane el ‘No’.
Según explicó, la firma del acuerdo será el «Día D» que dará comienzo a la concentración de los rebeldes en 23 zonas y ocho campamentos en Colombia y al consiguiente desarme, que será supervisado por la ONU y observadores internacionales.
Con el cierre de la negociación en Cuba, las FARC se aprestan a presentar el texto a sus tropas.
«Más cerca de la paz»
Lo pactado con la mayor guerrilla de Colombia, surgida de una sublevación campesina en 1964, permitirá dejar atrás en gran parte una conflagración entre grupos armados de izquierda, paramilitares de derecha y fuerzas estatales, con un saldo de 260.000 muertos, 45.000 desaparecidos y 6,9 millones de desplazados.
«Ya estamos mas cerca de la paz, ya estamos más cerca de decir no más víctimas», afirmó a la AFP Olga Caicedo, una estudiante de Derecho que esperaba el inicio de su clase este jueves en Bogotá.
El cuarto proceso de paz con las FARC tras intentos en 1984, 1991 y 1999, prevé compromisos para solucionar el problema agrario y enfrentar el del narcotráfico, combustible de la violencia. Además, establece mecanismos de reparación a las víctimas y de justicia, así como de participación política de los excombatientes.
«Es una oportunidad de pasar la página», señaló a la AFP, Jorge Restrepo, director del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac), sobre el dilema de seguir buscando venganza por el «inmenso daño» que las FARC hicieron la país, o tomar el «camino del perdón».
Colombia «debe perdonar» los crímenes cometidos por las FARC, y esa guerrilla debe cumplir el acuerdo alcanzado con el gobierno, dijo por su parte a la AFP Roberto Saénz, hermano del abatido jefe guerrillero Alfonso Cano, un exconcejal de Bogotá que nunca se unió a la guerrilla.
«Vamos a estar peor»
El acuerdo fue aplaudido por la comunidad internacional, desde el secretario de la ONU Ban Ki-moon; la alta representante de la Unión Europea, Federica Mogherini; el jefe de la OEA, Luis Almagro, y el secretario de la Unsaur, Ernesto Samper; pasando por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama; y la candidata presidencial demócrata de ese país, Hillary Clinton.
«Este gran paso» de Colombia fue además celebrado por los garantes del proceso de paz, Cuba y Noruega, y acompañantes, Venezuela y Chile, así como por las ONG Amnesty Interational y el Comité Internacional de la Cruz Roja.
Pero aunque el mundo elogia el pacto, no todos los colombianos lo ven con buenos ojos.
«Votaría en contra (…). Con este acuerdo vamos a estar peor», afirmó Aldemar Panesso, un abogado de mediana edad, al cuestionar que salgan «favorecidos los señores guerrilleros».
Un sector influyente liderado por el expresidente derechista Álvaro Uribe (2002-2010) se opone firmemente a la paz negociada en La Habana, por considerar que traerá impunidad.
El pacto señala que quienes confiesen crímenes atroces ante un tribunal especial podrán evitar la cárcel y recibir penas alternativas. Si no lo hacen, y son declarados culpables, serán condenados a penas de ocho a 20 años de prisión.