Policía dispersa a manifestantes en recorrido de antorcha olímpica

Cuando faltan apenas horas para que llegue a Rio de Janeiro, la antorcha olímpica fue blanco este martes de nuevas protestas que obligaron a alterar su recorrido en las vecinas ciudades de Sao Gonçalo y Niteroi.

Manifestantes que llamaron a boicotear el paso del fuego olímpico se enfrentaron con la policía en Niteroi, ciudad satélite ubicada frente a Rio de Janeiro, al otro lado de la bahía de Guanabara.

La policía utilizó gas pimienta y detuvo al menos dos manifestantes, constató un periodista de la AFP en el lugar. La protesta, convocada por las redes sociales, no consiguió siquiera acercarse a la pira olímpica, ya que los organizadores alteraron la ruta para evitar las manifestaciones.

«Adelantamos el recorrido unos 600 metros, por cuestiones de seguridad, porque había una manifestación», informó un portavoz de la organización de los primeros Juegos de Sudamérica, que serán oficialmente inaugurados el próximo viernes.

Se trata de un procedimiento «normal» en el recorrido de la antorcha olímpica en cualquier ciudad del mundo, afirmaron los organizadores.

La misma medida fue adoptada más temprano en Sao Gonçalo, donde también fue convocada una manifestación y la policía detuvo a tres personas, según confirmó en un comunicado a la AFP.

La semana pasada, algo similar ocurrió en la ciudad costera Angra dos Reis, tres horas al sur de Rio de Janeiro, cuando manifestantes atacaron la procesión olímpica y fueron dispersados por policías que usaron gas pimienta y balas de goma.

La antorcha está llegando a su punto final luego de un recorrido por 300 ciudades que terminará con el encendido de la pira olímpica en el estadio Maracaná el 5 de agosto.

El miércoles, partirá en barco desde Niteroi hasta Rio de Janeiro, donde será transportada por el alcalde de la ciudad, Eduardo Paes.

Mientras los organizadores presentan el recorrido épico como una oportunidad para encender el entusiasmo del público, repetidos incidentes de seguridad la han convertido en símbolo de las fallas de organización y el descontento social que ensombrece los primeros Juegos en Sudamérica.

Al igual que las masivas protestas callejeras durante la Copa Confederaciones en 2013 y la Copa del Mundo en 2014, los manifestantes que llaman a boicotear el paso de la antorcha se quejan del uso de dinero público para organizar este tipo de eventos deportivos, en lugar de destinarlo a la mejora de los servicios públicos de salud, educación y vivienda.