El papa Francisco presidió este viernes en Cracovia un original y moderno Vía Crucis con los jóvenes de todo el mundo, durante el cual clamó por los «excluidos» de todo el mundo: pobres, enfermos, presos, enfermos, desempleados, perseguidos, refugiados y emigrantes.
«¿Dónde está Dios si en el mundo existe mal, si hay gente que pasa hambre, que no tiene hogar, que huye, que busca refugio?», se interrogó el papa ante una muchedumbre variopinta de jóvenes de todas las nacionalidades reunidas en la explanada de Blonia.
«En esta tarde, Jesús, y nosotros con él, abrazamos con especial amor a nuestros hermanos sirios, que huyeron de la guerra. Los saludamos y acogemos con amor fraternal y simpatía», reiteró el papa argentino.
«Estamos llamados a servir a Jesús crucificado en toda persona marginada, a tocar la carne bendita de quien está excluido», dijo el papa al término de las 14 estaciones, comentadas e ilustradas por bailarines de danza clásica, con videos y música para narrar los dolores y males del mundo moderno.
En la primera estación, dedicada a Jesús condenado a muerte, un danzarín con una túnica blanca ilustró uno de los momentos más importantes del calvario vivido por Jesús para denunciar uno de los dramas que azota Europa, el de los migrantes.
«Rechazamos dar hospitalidad a la gente que busca una vida mejor, que llama a las puertas de nuestros países, iglesias y casas. Son extranjeros y los vemos como enemigos, tememos su religión, su pobreza», denunció el representante de la comunidad católica de San Egidio en esa meditación.
«Jésús, tú has sido condenado a muerte junto con los 30.000 refugiados que han perdido la vida en el Mediterráneo en los últimos años. ¿Quién firmó esa sentencia?», se interroga el representante de una de las organizaciones más comprometidas en dar ayuda a los inmigrantes que atraviesan en barcazas el mar para intentar entrar al viejo continente.
El sobrio espectáculo, con bailarines rigurosamente vestidos en blanco que formaban figuras sobre el tema acompañados por una mezcla de música clásica y moderna, fue seguido casi siempre en silencio por los jóvenes de todo el mundo que escuchaban las traducciones con auriculares.
En cada una de las estaciones, la vía de la cruz, «que no es una vía sadomasoquista», dijo el papa, resultaba originalmente ilustrada y comentada por las organizaciones católicas de los cinco continentes encargadas de las escenografías y que incluyó entre otras una enorme virgen blanca con velo azul y un Jesucristo en traje completo y corbata que cae de la cruz.