Durante dos semanas en febrero, la campaña de Hillary Clinton parecía estar al borde de caer en sus viejos errores.
La virtual candidata presidencial demócrata había ganado por un ínfimo margen en Iowa y había perdido de manera aplastante en New Hampshire contra Bernie Sanders, lo que generó dudas sobre sus aptitudes y sobre la organización de su equipo.
Empezaron a llover llamadas de amigos y asesores ofreciendo todo tipo de consejos y comentarios. Surgieron versiones de prensa de que Clinton reestructuraría su equipo de campaña.
«Hubo allí un momento en que estábamos todos preocupados», recordó la senadora Claire McCaskill, una partidaria de Clinton. «Pensamos que esta sería una prueba y nos preguntábamos, ¿podrá ella soportar a tanta gente tratando de darle consejos al mismo tiempo?»
Sí, fue una prueba, y Clinton la pasó.
En cuestión de semanas, gozaba de una ventaja en el conteo de delegados que nunca perdería. Su equipo de campaña permaneció intacto, con una disciplina estratégica y financiera que sorprendió a los veteranos de las antiguas campañas de los Clinton. Tras ganar Florida, Ohio y otros tres estados el 15 de marzo, sus ayudantes celebraron con bailes y bebidas en el barrio neoyorquino de Brooklyn hasta tarde en la noche. Todos estaban confiados en que habían hecho inalcanzable la candidatura para Sanders.
Para Clinton, eran los momentos en que finalmente venció a los fantasmas de su primer intento por alcanzar la Casa Blanca en el 2008, un proceso electoral en que tropezó varias veces hasta que cedió bajo presión.
«Simplemente nos mantuvimos unidos y luchamos juntos», comentó Robby Mook, el jefe de campaña de Clinton. «Ese fue un momento sumamente importante para la campaña».
En cierto sentido, la campaña de Clinton en el 2016 es una historia de resurrección política, de cómo una candidata imperfecta superó algunas de sus fallas. Pero la campaña también dejó en claro que Clinton es a veces su propia peor enemiga, como por ejemplo con el escándalo sobre su servidor de internet privado y su negativa a difundir los textos de los discursos que pronunció, por grandes sumas de dinero, a inversionistas de Wall Street.
Casi dos años antes de anunciar su candidatura, Clinton había pedido un informe detallado a un equipo de asesores políticos sobre cuáles son sus propias debilidades, sus potenciales rivales, su situación financiera y sus perspectivas electorales.
La firma consultora, Dewey Square Group, hizo las siguientes recomendaciones: desarrollar una campaña disciplinada y frugal, que no esté desgarrada por las pugnas internas que afectaron a su primera candidatura. Enfocarse más en ganar delegados que en ganar votos. Y tendría que trabajar más para superar la imagen de que no es alguien afable y de confianza.
Ahora, la pregunta es cuál faceta de la candidata prevalecerá la rehabilitada experta en asuntos de gobierno o la política siempre a la defensiva para que pueda manejar un desafío totalmente impredecible: enfrentarse a Donald Trump.