Las proclamaciones xenófobas y discriminatorias de Donald Trump centran la mayoría de las críticas de las élites tradicionales de EE.UU. que ven «traicionado» un pacto: el de despreciar al ciudadano común, pero en secreto.
En este sentido, el periodista mexicano Arsinoé Orihuela Ochoa estima en Colectivo la Digna Voz que como el candidato republicano «traiciona al establishment tradicional», no resulta extraño que «las detracciones provengan de ciertos círculos privilegiados o de grupos de poder nacional e internacionales». Lo que «no es razonable», agrega, es que «contra Hillary las críticas sigan un tenor más terso u omiso».
De hecho, el autor considera que, pese a las vociferaciones xenófobas, intolerantes y racistas de Trump, Hillary Clinton «es más peligrosa para América Latina«. Orihuela Ochoa justifica su postura por la «historia de criminalidad» de Clinton en la región y advierte que lo peor sería que, de ganar las elecciones, actuaría con «el respaldo moral de los gobiernos latinoamericanos».
El periodista apunta varios ejemplos para explicar la peligrosidad de la candidata demócrata, el primero de los cuales se remonta a la presidencia de Bill Clinton, cuando -señala- «la pareja diseñó el Plan Colombia», que derivó en un «baño de sangre». «Recientemente, Hillary reivindicó esa política» y «admitió que había conseguido los objetivos no declarados», como usar su «influencia para controlar las acciones del Gobierno contra las FARC y las guerrillas» y también «ayudar al Gobierno a detener el avance de las FARC y las guerrillas».
En 2002, mientras ocupaba una banca como senadora, «respaldó el fallido golpe contra Hugo Chávez en Venezuela» y, en 2009, ya como secretaria de Estado, «apoyó el golpe de Estado que derrocó a Manuel Zelaya en Honduras» pese a la «ola de violencia que desató la agresión en ese país», explica, recordando que «Hillary reconoció con orgullo su participación en los hechos y justificó el agraviante intervencionismo estadounidense».
Luego llegaría «la secuencia de golpes blandos en el resto de América Latina» basados en «juicios políticos prefabricados o elecciones fraudulentas», a lo que se añade la «intervención en el proceso de paz en Colombia», la «desactivación política de Cuba» y la «reducción a escombros de organismos latinoamericano, como Unasur o Celac», escribe.
Incluso el propio departamento de Estado de EE.UU. «desclasificó documentos que reportan» que Clinton es «coautora de la reforma energética mexicana», que Orihuela Ochoa define como «lesiva para el interés económico de México» y «ventajosa para las grandes petroleras internacionales».
Sobre la base de estos datos, el autor concluye que Hillary Clinton es más peligrosa para América Latina que Donald Trump porque su victoria le daría una «legitimidad ilimitada» por haber derrotado al «monstruoso Trump», de tal forma que, con una alianza, las «derechas golpistas de Latinoamérica ganarían legitimidad o credibilidad ‘democrática'». Por lo tanto, con ese «consenso continental oligárquico», se podría «establecer un orden regional unificado profundamente derechizado donde la neoliberalización y la reedición de la criminal doctrina Monroe arrollarían sin obstrucciones», advierte.
«Si ganara Hillary no habría contrapesos gubernamentales o políticos o sociales para frenar esa agenda criminal de los grupos de poder que representa», concluye el periodista.