Abundan los interrogantes sobre lo que hará Donald Trump de llegar a la presidencia y aquí va otro: ¿prohibirá a los aviones de despegan del Aeropuerto Internacional de Palm Beach volar sobre su campo de golf Mar-a-Lago Club?
Trump lleva dos décadas presionando a la Administración Federal de Aviación (FAA, según sus siglas en inglés) y acudiendo a los tribunales para tratar de impedir que los aviones que despegan pasen por encima de su campo de siete hectáreas, que se encuentra a 4 kilómetros (2,5 millas) de la pista principal del aeropuerto.
Un análisis que hizo la Associated Press de información del aeropuerto entre fines de abril y principios de mayo indica que la mayoría de los aviones pasó directamente encima o muy cerca de Mar-a-Lago. Un día, por ejemplo, la AP observó una cantidad de aviones que pasaban sobre el campo antes de encaminarse al norte o dirigirse al este.
Donald Trump, quien tiene prácticamente asegurada la candidatura presidencial republicana, dice en una demanda que el rugido de los aviones molesta a los socios del club, que pagan 100.000 dólares por ser admitidos y una tarifa anual de 14.000 dólares. Aduce asimismo que las vibraciones y las emisiones dañan la frágil piedra, los azulejos españoles y las tejas cubanas usadas por los dueños originales, Marjorie Merriweather Post y su esposo E.F. Hutton, para construir la fastuosa mansión de 126 habitaciones y 930 metros cuadrados (10.000 pies cuadrados) a mediados de los años 20, una década antes de que comenzase a funcionar el aeropuerto y tres décadas antes de que empezase a recibir jets.
De ser elegido presidente, Trump podría ordenar a la FAA que cambie las rutas de vuelo del aeropuerto. Pero, ¿lo haría? Es una posibilidad que planteó el administrador del aeropuerto y enemigo acérrimo de Trump Bruce Pelly durante una entrevista ofrecida en el 2011 a The Palm Beach Post, en medio de otra pelea en la que se negó a cambiar las rutas.
«La solución para él es ser elegido presidente«, dijo en esa ocasión Pelly, quien se negó a hacer comentarios para este despacho a través de un portavoz.
Trump aseguró en una reciente entrevista con la AP que no aprovecharía su condición de presidente para resolver el tema.
«No me metería», expresó. Pero al mismo tiempo sostuvo que el aeropuerto funcionaría de una manera mucho más eficiente si algunos vuelos enfilasen hacia el norte o el sur después de despegar, y no se dirigiesen directamente hacia el este, donde está el campo.
Trump se la tiene jurada a Pelly, a quien describió como el «peor administrador de aeropuertos del país» en una carta que envió a la FAA en el 2011, la cual fue obtenida por la AP haciendo uso de la ley de libertad de información. Lo critica incluso por proyectos de infraestructura que no tienen nada que ver con el ruido.
«Francamente, Bruce Pelly ha hecho un trabajo horrible», dijo Trump a la AP. «Construyó un sistema de carreteras que hace que resulte más difícil llegar al aeropuerto. Le costó a los contribuyentes 500 millones de dólares y es extremadamente impráctico».
Sid McGuirk, abogado y profesor adjunto de manejo de tráfico aéreo de la Embry-Riddle University de la Florida, dijo que Trump podría ordenar que cambien las rutas de los aviones como presidente, «pero, muchacho, las reacciones que habría». Un cambio de rutas exige estudios de ruidos y de seguridad, y se debe dar tiempo para que el público opine. Si se omiten esos pasos mediante una orden ejecutiva, se abriría una investigación legislativa y surgirían demandas, indicó.
«¿Valdría la pena? Acapararía titulares de The New York Times y el Washington Post semanas enteras», dijo McGuirk. Y cada vez que Trump fuese a Mar-a-Lago como presidente, no podrían volar aviones sobre ese espacio aéreo.
Trump compró Mar-a-Lago –«la mansión más grande jamás construida», según su portal– en 1985 por 10 millones de dólares y la renovó. Vivió allí diez años y luego la transformó en un club en 1995. La propiedad cuenta hoy con 58 habitaciones, 33 baños, un salón de bailes de 1858 metros cuadrados (20.000 pies cuadrados), canchas de tenis y de croquet y tres refugios antibombas.
La propiedad vale hoy 20,3 millones de dólares, según las autoridades fiscales, aunque el valor real es mucho más alto, probablemente entre 60 y 80 millones de dólares, de acuerdo con el tasador Gray Nikolits.
En una de sus demandas, del 2010, Donald Trump dijo que la propuesta de construir una pista este-oeste era «vergonzosa» y que hizo «tirar millones de dólares» de los contribuyentes y que su autor «debería ser despedido».
El abogado del aeropuerto respondió diciéndole a la FAA que «no debería sorprenderles que la mayor parte de lo que dice el señor Trump no es cierto». La demanda fue retirada ese mismo año.
En otra demanda presentada el año pasado Trump dice que Pelly presiona a los controladores para que hagan volar los aviones sobre el campo de Trump en represalia por demandas previas.
«Quiere vengarse atacando Mar-a-Lago por aire», dice la demanda, la cual difícilmente sea resuelta este año.