Entre música tecno y efluvios de cannabis, cerca de un millar de personas desfilaron el sábado en París en la marcha anual para pedir la despenalización de esta droga.
«Nuestro mensaje no es incitar a la gente a consumir», subrayó Farid Ghéhiouèche, fundador de la asociación Cannabis sin Fronteras, sino reclamar «la despenalización de su uso» y la «prevención sin estigmatización«.
Entre las reivindicaciones figuran asimismo el acceso de los enfermos al cannabis terapéutico y el derecho de producir plantas propias.
Entre la multitud, muchos jóvenes, como Becaye, de 31 años, que acudió a manifestarse para tener «acceso a un producto de calidad» y no caer sobre material de dudosa procedencia, explicó.
Pero también había enfermos, algunos gravemente afectados, como Lyly, con una miopatía (enfermedad neuromuscular) desde hace un año y medio. «Me someto a tratamientos duros, que no siempre son eficaces. He probado a hacerme infusiones (de cannabis)y enseguida mis músculos se relajan. Las tomo cuatro días por semana y milito para poder aliviarme», explicó.
Esta marcha, organizada anualmente desde hace 15 años, tiene el apoyo del partido radical de izquierda.
«La despenalización no es para que todo el mundo consuma sino para controlar la producción, la difusión y la venta», argumentaba la senadora ecologista Esther Benbassa, presente en la manifestación.
«No podemos continuar así, estamos en uno de los países con mayor represión y el consumo sigue aumentando», añadió la senadora.
En Francia, en 2014, 17 millones de personas declaraban haber consumido cannabis en su vida y 700.000 lo consumían diariamente, según el Observatorio francés de drogas y toxicomanías.
El cannabis está prohibido desde 1970, con un máximo de un año de prisión y 3.750 euros de multa. En la práctica, la prisión por consumo es excepcional, pero las multas se siguen aplicando.