Geraldine Roman asegura que si sale elegida el próximo lunes se centrará en los intereses de su circunscripción, pero es consciente de que la entrada de una transexual en el Congreso de Filipinas, un país católico, ayudará a luchar contra las discriminaciones.
A sus 49 años, Geraldine, convertida en mujer en los años 1990, no es una militante a ultranza de la causa LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales).
Esta candidata del Partido Liberal del presidente saliente Benigno Aquino tiene muchas posibilidades de salir electa a la cámara de representantes, sobre todo por el peso político de su familia en el distrito de Bataan, al oeste de Manila, por el que se presenta.
Es una revolución en un país con un 80% de católicos, donde la influencia de la Iglesia sigue siendo preponderante, y donde el divorcio, el aborto y las bodas entre homosexuales son ilegales.
Además ningún homosexual declarado ocupa un cargo político de primer plano y el pequeño partido LGBT sobrevive a duras penas.
En las últimas semanas, durante su campaña, Roman fue blanco de insultos. Pero ella no se deja amilanar.
«Nunca he vivido en secreto», declaró a la AFP en una de las pocas entrevistas concedidas después de una jornada de campaña en la que envió besos y hasta cantó una canción de amor a la muchedumbre.
«He crecido aquí. La gente me conoce», explica la candidata. La identidad sexual, asegura, «sólo se convierte en un problema si uno no la asume».
Autoestima alta
Sus compañeros de clase se reían de ella, pero su padre, un influyente político fallecido, le enseñó a tener la autoestima alta. Su madre ejerció tres mandatos en la cámara de representantes.
«No le hecho daño a nadie. Soy feliz, ¿por qué habría de avergonzarme?», se pregunta Geraldine Roman, que lleva 18 años en pareja con el mismo hombre.
Tiene dos másters universitarios y habla tres idiomas europeos (español, francés e italiano). Durante un tiempo trabajó en España como periodista para la agencia EFE y hace cuatro años regresó a su país para ocuparse de su padre enfermo.
En caso de victoria, «seré por encima de todo leal con el distrito de Bataan», promete.
«Pero que una persona como yo entre en el Congreso significaría que también los transgéneros pueden servir a su país y no merecen discriminaciones», dice.
El combate se anuncia largo.
En 2001 se votó una ley para impedir a los transexuales filipinos cambiar de nombre y de sexo.
En 2010, la comisión electoral prohibió, en nombre de la moral, que el partido Ang Ladlad, representante de la comunidad LGBT, presentase candidatos. El Tribunal Supremo echó por tierra esta decisión, pero ningún miembro de Ang Ladlad resultó elegido en los comicios de 2010 y 2013.
‘Si Jesucristo viviese…’
Roman promete que si gana apoyará un proyecto de ley contra las discriminaciones que lleva 16 años en el armario. También se movilizará por legalizar el cambio de sexo.
Su programa no se centra en estos temas, sino en las ayudas médicas, las becas y la modernización de los hospitales públicos, y también de las carreteras.
En Orani, la pequeña ciudad en la que vive, muchos votarán por ella.
«Ella también es un ser humano», declara a la AFP Bern Salenga, un agricultor de 49 años. «Todos tenemos derechos. El hecho de que sea transexual para mí no tiene ninguna importancia».
En un archipiélago con dinastías a todos los niveles políticos, los activistas de la causa LGBT saben que si sale elegida será por la influencia de su familia.
«Aunque esté sola, va hacer ruido», se felicita Anastacio Marasigan, portavoz de la red de defensa de los derechos de los homosexuales Lagablab. «Esto nos ayudará a difundir temas ignorados a menudo, como el sida o las agresiones sexuales».
Geraldine Roman es católica y tiene un mensaje que transmitir: «Si Jesucristo estuviese vivo hoy, desaprobaría las discriminaciones».