Australia conmemora este jueves el vigésimo aniversario de la masacre de Port Arthur, que se saldó con 35 muertos y 23 heridos, con la determinación de mantener su «fuerte y responsable» política de control de armas de fuego.
El 28 de abril de 1996, Martin Bryant abrió fuego de manera indiscriminada contra los turistas que visitaban Port Arthur, una antigua colonia penal del imperio británico reconvertida en monumento histórico, a 75 kilómetros al sureste de Hobart, capital de la sureña isla de Tasmania.
La masacre de Port Arthur motivó que el gobierno conservador del entonces primer ministro John Howard estableciera una ley nacional que regulara la posesión, venta y tráfico de armas, que hasta ese momento variaba según los estados australianos.
El pacto nacional alcanzado para el control de armas permite desde entonces que el Gobierno tenga la capacidad para establecer leyes que regulen los arsenales y decida quién pude tener o no licencia de armas, así como guardar un registro del armamento.
Antes de la ceremonia, el primer ministro de Australia, Malcom Turnbull, declaró a una emisora local que la tragedia es «un recordatorio de lo valiosa que es la vida» y felicitó a Howard por su valiente reacción política que sirvió para «mantener a los australianos seguros» desde la masacre de Port Arthur.
Turnbull, quien discutirá el acuerdo nacional para el control de armas con el jefe del gobierno de Tasmania, Will Hogdman, remarcó que «si bien acuerdos como estos deben ser revisados, hay un factor que es absolutamente no negociable: continuar manteniendo nuestra postura fuerte y responsable frente a las armas». No obstante, en los últimos 16 años Australia ha importado más de un millón de armas de fuego, según alerta Philip Alpers, experto de la Universidad de Sídney y fundador del portal «GunPolicy.org».
«La declaración orgullosa por parte de algunos australianos de que el país ha resuelto el problema de las armas puede ser una ilusión temporal (…) el arsenal privado de armas es mayor de lo que fue antes de la masacre de Port Arthur«, remarcó Alpers en un artículo publicado en la revista digital «The Conversation».