Que tire la primera piedra el que nunca lo haya hecho. Y sin embargo, hacer pis en la piscina es algo más que un acto incívico. Investigadores chinos y estadounidenses han comprobado que la orina y el cloro hacen mala pareja: generan al menos dos compuestos químicos conocidos por dañar la salud.
La cloración es el método más usado para el control de patógenos microbianos en el agua potable y también en las piscinas. El problema es que el compuesto utilizado habitualmente, el hipoclorito sódico (lejía) puede entrar en una reacción química peligrosa al contactar con otros elementos químicos, en especial el nitrógeno. Y los fluidos humanos contienen nitrógeno.
Dos son los fluidos expulsados por el cuerpo humano más peligrosos, el sudor y la orina. Ambos contienen en especial urea, algunos aminoácidos, creatinina y ácido úrico. Todos cuentan en su composición con el nitrógeno.
Puestos a echar culpas, los investigadores, que han publicado los resultados de sus experimentos en Environmental Science & Technology, la revista de la Sociedad Americana de Química, señalan que el 93% del ácido úrico presente en las piscina procede del pis. Cada vez que uno se orina, deja en el agua entre 27 ml y 217 ml de líquido amarillo de media.
Jing Li, de la Universidad Agraria de China, y Ernest Blatchley, de la Universidad de Perdue (EEUU) tomaron muestras de varias piscinas, tanto abiertas como cubiertas, de Beijing, la capital de China. Comprobaron que había cantidades significativas de cloruro de cianógeno (CNCl) y de tricloramina o tricloruro de nitrógeno (NCl3). Se trata de dos compuestos químicos volátiles que son un subproducto de la interacción entre el cloro y la orina.
El NCl3 se ha asociado con daños agudos en los pulmones debido a la exposición a desinfectantes. Por su parte, el CNCl es un componente tóxico que puede afectar a diversos órganos, como el corazón y también los pulmones, además de al sistema nervioso central. Aunque no se han fijado niveles máximos para el caso de las piscinas, las autoridades sanitarias de Estados Unidos y la Organización Mundial de la salud sí los han planteado para el caso del agua potable.
Para comprobar cómo aparecen el cloruro de cianógeno y la tricloramina en el agua de una piscina, los científicos realizaron una serie de experimentos. En agua desionizada disolvieron lejía y recrearon el sudor y la orina humana con sus componentes fundamentales. Y dejaron que la química hiciera el resto.
Los principales productos volátiles, CNCl y NCl3, fueron detectados a los 60 minutos del inicio de la reacción, explican los autores en el estudio. Usando un espectómetro de masas, vieron como el ácido úrico iba concentrando cada vez más cloro y, en el proceso de cloración, se fueron creando aquellos dos compuestos químicos.
Aunque la distribución de ambos compuestos era irregular, por su carácter volátil, tienden a concentrarse en las capas superficiales del agua. Los investigadores vieron además un comportamiento diferente en ambos. Mientras el cloruro de cianógeno aumenta su proporción durante las primeras ocho horas del inicio de la reacción entre el ácido úrico y el cloro y decae después de ese tiempo, la producción de tricloramina es mucho más explosiva, disipándose rápidamente después de la primera hora.
Para Jing Li, del departamento de química aplicada de la Universidad Agraria de China y coautor de estudio, hay dos vías para reducir la concentración de estos compuestos en el agua de las piscinas. «Una es que se necesita al menos un miligramo de cloro por litro de agua para evitar la acumulación de CNCl», explica. Es decir echarle más cloro al agua. La otra es obvia: «Los bañistas pueden mejorar las condiciones de la piscina simplemente no orinándose en ellas»