El combate a la contaminación ha pasado a los primeros planos de la agenda del gobernante Partido Comunista, que por años impulsó el veloz desarrollo económico casi sin reparar en las secuelas ambientales.
Debido a la presión de la ciudadanía de que reduzca la contaminación del aire que cubre Beijing y diversas ciudades en China, los gobernantes del país han fijado un nuevo equilibrio en sus prioridades.Esta situación quedó patente durante la reunión ceremonial de esta semana de la Asamblea Nacional el Pueblo.
El primer ministro Li Keqiang afirmó el miércoles que el gobierno debía «declarar la guerra» contra la contaminación de la misma manera que China ha combatido la pobreza.La contaminación ha sido «la advertencia de luz roja de la naturaleza contra el modelo de desarrollo ineficiente y ciego», dijo.
La campaña para volver limpia la industria de China ha agregado impulso a la campaña del gobierno emprendida en los últimos años para reducir la capacidad de producción excedente en los sectores siderúrgico y cementero, que son muy contaminantes.Sin embargo, el cierre de plantas ha tenido sus perjuicios humanos y económicos como la pérdida de empleos e ingresos.
La demolición o cierre de 35 plantas en el distrito de Pinghsan, en Hebei, a unas cuatro horas de distancia en vehículo al suroeste de Beijing, resultó en el despido de 3.780 obreros, según la prensa estatal.Las presiones se han incrementado desde septiembre sobre los gobiernos locales, cuando el gabinete de China anunció un plan de acción para controlar e impedir la contaminación del aire en los próximos años hasta 2017.
Desde entonces, más de la mitad de las provincias del país han difundido sus propios planes, incluidas nuevas restricciones sobre el consumo de carbón y sobre la industria pesada.
DISTRITO DE PINGSHAN, China (AP)