El papa Francisco cierra el miércoles su viaje a México con algunos de sus actos más esperados: una visita en una prisión de Ciudad Juárez, apenas días después de que un motín en otro penal matara a 49 presos y una parada en la frontera de Texas, en un momento en el que la inmigración es un tema clave en la campaña presidencial estadounidenses. También organizó una reunión con trabajadores mexicanos, grupos de base y empleadores, un encuentro en el que es probable que reitere su mantra sobre la necesidad de trabajo digno para todos y de «tierra, techo y trabajo».
Los últimos actos de Francisco cierran una atareada visita de cinco días que se centró en las injusticias que afrontan los más pobres, oprimidos y vulnerables en México ante la violencia instigada por las drogas. El pontífice intentó ofrecer consuelo al tiempo que reclamaba a los líderes políticos y religiosos que no han cumplido con su pueblo.
El papa insiste en ir a prisiones en casi todos sus viajes al extranjero, algo que forma parte de su antigua costumbre de atender a los presos, en su creencia de que lo más bajo de la sociedad merece dignidad.
Francisco ha criticado el abuso de la detención pendiente de juicio, descrito las cadenas perpetuas como una pena de muerte encubierta e instado a un abandono global de la pena capital. Como papa ha mantenido el contacto con presos argentinos a los que atendió como arzobispo de Buenos Aires.
En sus encuentros en penales, Francisco suele pedir a los reos que no pierdan la esperanza y les dice que también él ha pecado y sido perdonado. El papa critica la sobrepoblación de las prisiones, el lento avance de la justicia y la falta de rehabilitación.
Pero también dice a los presos que no dejen que su sufrimiento lleve a la violencia, un mensaje que podría repetir tras el mortal motín de la semana pasada en la prisión de Topo Chico, en Monterrey, donde bandas rivales se enfrentaron con martillos, garrotes y cuchillos improvisados. Otros ocho presos resultaron heridos el martes en una pelea en otra prisión.
La prisión número 3 de Ciudad Juárez, donde Francisco tenía previsto hablar a los internos y visitar a sus familiares, está relativamente tranquila estos días. Pero ha registrado choques violentos en el pasado que reflejan el caos que hay fuera de sus muros.
No hace mucho que Juárez estaba considerada como la capital mundial del asesinato, ya que la guerra entre cárteles del narcotráfico elevó la tasa de homicidio a 230 por cada 100.000 habitantes en 2010. Una epidemia de asesinatos de mujeres, muchas de ellas trabajadoras pobres de fábricas que simplemente desaparecían, atrajo la atención internacional.
Los tiempos han cambiado. El año pasado, la tasa de homicidio de la ciudad fue de unos 20 por cada 100.000 personas, más cerca de la media nacional mexicana de 14 por cada 100.000, y muy por debajo de lo que registran ahora otros puntos de intensa violencia por el narcotráfico, como la ciudad turística de Acapulco, en la costa del Pacífico, y el estado de Guerrero donde se encuentra.
Muchos negocios que cerraron durante los años más oscuros de Juárez han reabierto. Los turistas vuelven a cruzar desde Estados Unidos para comprar y cenar. La gente dice que ya no tiene que marcharse pronto de las fiestas para evitar las calles después del anochecer.
«Al menos ya salimos. Vamos a los parques. Ya andamos un poquito más a esas horas de la noche», comentó Lorena Díaz, de pie bajo una gran bandera con la imagen de Francisco que colgaba de su balcón en el segundo piso.
Díaz, que al igual que unos 30 familiares consiguió boletos para la misa del miércoles, ha seguido las noticias sobre la gira de Francisco y agradecido sus llamadas a que los mexicanos no toleren la corrupción y la violencia.
«Nos dice que salgamos de las trincheras, que no nos cerremos», comentó.
Tras visitar el penal, el papa Francisco se reunirá con trabajadores y grupos activistas en un estadio deportivo, donde se espera que hable sobre la pobreza y la desigualdad.
La cercanía de Juárez a Estados Unidos ha supuesto una proliferación de empleos en cientos de plantas de ensamblaje de propiedad extranjera, conocidas como «maquiladoras» y que fabrican ropa, productos electrónicos y otros objetos que se envían al norte. Pero muchos trabajadores dicen que las condiciones de trabajo son malas y el sueldo bajo. En una manifestación reciente, los manifestantes dijeron tener problemas para llegar a fin de mes con salarios de apenas 45 dólares semanales.
Francisco también tenía previsto visitar la frontera con El Paso, Texas, donde se esperaba que hiciera una parada en la cerca y ofrecer una bendición en honor de los migrantes al otro lado, además de rezar por los que murieron tratando de llegar a Estados Unidos.
Su visita culmina con una misa multitudinaria al aire libre que se retransmitirá en varias pantallas gigantes al otro lado del río Bravo (conocido como río Grande en Estados Unidos) en el Sun Bowl Stadium, donde las autoridades estadounidenses esperaban un público de al menos 30.000 personas.
La migración es un tema importante para Francisco. En el pasado ha pedido que los países den la bienvenida a los que huyen de la pobreza y la opresión, y ha criticado lo que describe como «globalización de la indiferencia» hacia los migrantes.
Es un mensaje que no ha entusiasmado a algunos en Estados Unidos, donde las detenciones de familias y menores sin acompañante en la frontera se dispararon en los últimos tres meses de 2015.
Los aspirantes a la candidatura republicana a la presidencia Donald Trump y el senador Ted Cruz han prometido expulsar a los aproximadamente 11 millones de migrantes que viven de forma ilegal en Estados Unidos, así como construir un muro que cubra toda la frontera de Texas a California.
En la víspera del viaje de Francisco, Trump criticó la parada del papa en la frontera.
«No creo que comprenda el peligro de la frontera abierta que tenemos con México«, dijo Trump en una entrevista con Fox. «Creo que México le hizo hacerlo porque quieren mantener la frontera como está. Ellos están ganando una fortuna, y nosotros perdemos».
El reverendo Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, dijo que al papa le preocupa la situación de los migrantes en todo el mundo, no sólo en Estados Unidos.
«El papa habla siempre en todo el mundo de los problemas de las migraciones, de los deberes que tenemos por intentar solucionar estos problemas en un modo humano, de acogida de los que vienen de otros países en busca de vida, de dignidad y de paz», afirmó el vocero.