El papa Francisco visita Ecatepec, un suburbio de la Ciudad de México plagado por la violencia, para atestiguar la realidad de la «periferia» mexicana. En este lugar la violencia por las drogas, las ejecuciones criminales, secuestros y extorsiones son hechos de la vida cotidiana.
Se espera que el pontífice llegue con un mensaje de esperanza y solidaridad a los habitantes con una misa que incluirá lecturas que les insten a no ser tentados por el demonio, una exhortación común por parte de un papa que frecuentemente invoca la amenaza «del maligno».
La misa del domingo en la mañana se realizará en un terreno abierto con un aforo estimado de 400.000 personas, y la elección del papa de Ecatepec para lo que parece ser su mayor evento en México dice mucho sobre sus prioridades
La ciudad, donde viven unas 1,6 millones de personas, es una alfombra en rápido crecimiento de bloques de barrios pobres mezclados con algunos vecindarios mejores, y un punto estratégico para las bandas que proliferan en medio de la pobreza, el desempleo y la impunidad.
Será un fuerte contraste con la pompa del viernes en la noche cuando fue recibido con alfombra roja en el aeropuerto de Ciudad de México por el presidente Enrique Peña Nieto y la primera dama Angélica Rivera, quienes le dieron la bienvenida acompañados de danzantes folclóricos y música de mariachi.
Conchita Téllez, de 65 años, llegó desde Mexicali, estado de Baja California, y pasó la noche en la fila de acceso. Tiene cáncer y lleva un tapabocas pero pasó 38 horas en autobús para llegar hasta Ecatepec. Consiguió en su parroquia uno de los boletos que permiten el acceso a la misa que dará el papa. Ella desea que Francisco ayude a sanar el alma del país, donde 100.000 personas han sido asesinadas y 27.000 desaparecidas por la violencia de grupos criminales desde que el antecesor de Peña Nieto lanzó una ofensiva contra los cárteles en 2006.
«El papa llega a México en un momento muy feo y viene a pedir por nosotros y por todos aquellos que perdieron la esperanza y han sumergido al país en sangre y violencia», dijo Téllez.
La visita del papa a Ecatepec será un día después de que su pesado itinerario al parecer ya comenzó a cobrarle factura. Algunas veces se le ve cansado y jadeante, en una misa al aire libre pareció cabecear y en un momento dado perdió balance y cayó en una silla que le habían colocado para rezar.
Francisco, de 79 años, ha tenido prácticamente dos días repletos de eventos públicos consecutivos, ha registrado decenas de kilómetros de pie en su papamóvil y se está ajustando a una zona horaria con siete horas de diferencia entre México y Roma. Los más de 7.000 metros de altura de la Ciudad de México también pueden ser un desafío para cualquiera que no esté aclimatado, tal vez más para Francisco, quien perdió parte de un pulmón siendo joven.
El sábado temprano, envió un par de mensajes duros a la élite política y eclesiástica de México diciéndoles que su deber es proveer seguridad, justicia y cuidado pastoral valiente.
En su discurso durante su encuentro con el presidente y otros miembros del gobierno en el Palacio Nacional, el pontífice dijo que los funcionarios públicos deben ser honestos y no dejarse seducir por la corrupción y privilegios que sólo benefician a unos pocos en detrimento de muchos.
Más tarde, en un discurso a sus propios obispos, desafió a los líderes de la Iglesia conocidos por su favoritismo hacia los ricos y poderosos en México a denunciar las «insidiosas amenazas» del narcotráfico y ser verdaderos pastores en lugar de clérigos que arrojan inofensivas denuncias que los hacen sonar como «el balbucear de huérfanos junto al sepulcro».
El calendario del papa el domingo incluye tres caravanas del papamóvil y una visita a un hospital infantil. Originalmente pensaba reunirse con personalidades de la cultura, pero se suspendió cuando el Vaticano aplazó su misa en Ecatepec una hora para que los peregrinos pudieran llegar en la mañana en lugar de acampar al exterior ante el posible descenso de las temperaturas.
«El papa viene a Ecatepec porque lo necesita y porque la fe se tambalea», dijo Petra Arqueta, de 62 años, originaria del estado de Morelos, quien pasó la noche formada. Para ella en Ecatepec «están los pobres y la gente trabajadora y este papa prefiere hablarle a los humildes».