La máxima mantenida en algunos círculos vegetarianos según la cual la ingesta de carne está directamente relacionada con comportamientos más agresivos flaquea ante ejemplos como el de Hitler: el mayor dictador de la historia de todos los tiempos fue un defensor de la dieta vegetariana, que él mismo practicaba, si bien el tiempo y las investigaciones han demostrado que se permitía no pocas licencias.
Viejita brindando en honor a Hitler se vuelve viral
El vegetarianismo de Hitler se exhibió y publicitó en las revistas nazis de la época. Al parecer, Hitler creía que esta dieta podía ayudar a la regeneración espiritual de la raza. En Wikipedia se recoge un fragmento de la revista ‘Neugeist’, publicación del movimiento Nuevo Pensamiento, donde se expresaban en estos términos:
«Sabes que tu Führer es un vegetariano, y que él no come carne debido a su actitud general respecto a la vida y su amor por el mundo animal? ¿Sabes que tu Führer es un amigo de los animales ejemplar, e incluso como canciller, no se separó de los animales que mantuvo durante años?… El Führer es un ardiente oponente de cualquier tortura en los animales, en particular la vivisección y ha declarado que acabará con esas condiciones… cumpliendo así su papel como el salvador de los animales, de los continuos e innombrables tormentos y el dolor.
Arroz, fideos pimientos, guisantes y coliflor:
Estos eran los elementos esenciales de cualquier comida del Führer y de su entorno según lo confirmó Margot Wölk, quien trabajó como catadora oficial de su comida, junto con otras 14 chicas (todas ellas asesinadas en 1945). Su angustioso testimonio fue recogido y divulgado el año pasado en un programa para la televisión alemana RBB. Su trabajo consistía en cerciorarse de que los alimentos no estaban envenenados, para lo cual tenían que probarlos y esperar una hora para observar las posibles reacciones. Según confirmó, evitaban comer carne.
Un problema médico:
Son muchos los investigadores que ponen en duda la adscripción de Hitler al vegetarianismo y relacionan su supuesto vegetarianismo con un motivo que nada tenía que ver con los ideales: la salud. Al parecer Hitler sufría desde muy joven graves problemas estomacales, acompañados de flatulencias y episodios de sudoración intensa que trataba de paliar con una dieta basada en frutas y verduras, que consideraba que le sentaban mejor.
Paloma rellena:
Uno de los testimonios que más ha puesto en duda el supuesto vegetarianismo de Hitler ha sido el Dione Lucas, una conocida cocinera y empresaria británica, primera mujer en graduarse en la prestigiosa escuela ‘le Cordon Bleu’. Lucas, que trabajó en un hotel de Hamburgo justo antes de la Segunda Guerra Mundial, describió en ‘Gourmet Cooking Book’ que uno de los paltos favoritos del Füherer era la paloma rellena, que ella misma le cocinó y sirvió en varias ocasiones. También en el libro ‘Dictators’ Dinners: The Bad Taste Guide to Entertaining Tyrants»‘, de dos investigadores británicos, se detalla su inclinación por la paloma rellena de nueces, lengua, hígado y pistachos.
Leberknödel:
Se sabe que este plato nada vegetariano era otro de los favoritos de Hitler. Se trata de una especia de albóndigas de hígado de ternera, un plato tradicional de la cocina alemana y austríaca, que se sirve tanto en sopa como acompañado de chucrut y patatas. Algunos de sus biógrafos, como Robert Payne, señalan que era también fan de las salchichas y la carne de caza… aunque no la comiera habitualmente.
Golosinas a escondidas:
Es difícil imaginarse la escena de un genocida corriendo de puntillas a la despensa en la oscuridad de la noche para sisar alguna golosina. Pero eso es precisamente lo que hacía Hitler muchas madrugadas… Así lo desveló Elizsabeth Kahammer, quien trabajó durante años a su servicio en la mansión de Oberzalsberg, en los Alpes.
El pastel del Führer:
La debilidad de Hitler por los dulces debía de ser muy acusada porque incluso encargó a los cocineros de la mansión de Oberzalsberg la creación de un pastel en su honor. Según el testimonio de Elizsabeth Kahammer Hitler dio órdenes a sus cocineros para que crearan este pastel, una tarta de manzana con muchas nueces y pasas, que se hacía en la casa casi a diario.
Caldos:
Al final de la guerra esran tantos los problemas estomacales del Führer que solo ingería caldo y puré de patatas. Eso sí, según relató su secretaria Traudl Junge, su cocinero, un austriaco llamado Kruemel, solía enriquecer los caldos que tomaba con grasa animal. Cuando Hitler se enteraba montaba en cólera.