La llegada del papa Francisco supondrá un bálsamo para cientos de sacerdotes de comunidades de base que trabajan con inmigrantes, indígenas, refugiados o niños de la calle y que se han enfrentados a algunos jerarcas de la Iglesia católica mexicana que el viernes recibirán al pontífice en el aeropuerto. Decenas de sacerdotes, que se identifican con la Teología de la Liberación, han encontrado en Francisco un referente para seguir con su causa por los pobres, marginados y vulnerables desde que se diseñó su agenda de la visita a México.
Durante los próximos días, Francisco recorrerá la pobreza del municipio de Ecatepec, lugares violentos como Michoacán y estará con los indígenas en San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
En los últimos años, desde el púlpito o desde los micrófonos, obispos y sacerdotes como Raúl Vera, Alejandro Solalinde, Pedro Pantoja, Javier Ávila o Carlos Rodríguez, conocido como el ‘cura obrero’, encabezan una corriente crítica al interior de la iglesia. Son la punta de lanza de un movimiento de base que repudia al gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y atacan con dureza a la jerarquía católica mexicana.
«Los lugares escogidos por el papa son un aliento para nosotros pero son también un claro mensaje a los obispos mexicanos para que se acerquen a los pobres y dejen de buscar privilegios», dijo el padre Fray Tomás González, que dirige el Centro de Migrantes ‘La 72’ de Tenosique, en el estado de Tabasco, al sureste de México.
Para el religioso franciscano, la Iglesia mexicana está dirigida por obispos «muy conservadores que se han alejado del mensaje del evangelio».
Fray Tomás González, también conocido como ‘Fray Tormenta’, está en las antípodas de la púrpura y el boato de El Vaticano o las maderas de la Nunciatura, donde el viernes dormirá Francisco.
El centro da de comer y de dormir cada día a más de 200 migrantes y refugiados, quienes pueden quedarse por tiempo indefinido. La comida habitual, que se sirve en platos de plástico, es frijoles, arroz, y sopa. En las paredes hay pintada de una granada de mano y pancartas que dicen ‘fue el Estado’, en referencia a la desaparición de estudiantes de los 43 estudiantes de la Escuela Normalista de Ayotzinapa.
El sacerdote Pedro Pantoja, al frente de la Casa del Migrante de Saltillo con cientos de camas en Coahuila, cerca de la frontera con Texas, critica al gobierno de Enrique Peña Nieto por la «cínica» utilización de la visita. El mandatario mexicano ha roto la tradicional vocación laica del PRI e incluso la intimidad que rodea la visita de los mandatarios que han ido a El Vaticano cuando, siendo gobernador del Estado de México, le hizo saber a sus electores que había solicitado el permiso papal para casarse con la actriz Angélica Rivera, precedida de una polémica anulación matrimonial.
Sobre la jerarquía de la iglesia, Pantoja dice que «no están en su mejor momento ni su credibilidad y autenticidad como pastores» y aunque no tiene duda de que Francisco «optó por los pobres», le reprocha que no se reúna con los padres de los desaparecidos de Ayotzinapa «que son un icono de la violencia».
Para el sacerdote Pantoja, el papa «trae un mensaje de misericordia» pero tiene que ir unida a la exigencia de justicia para que «no sea sólo un acto simbólico», añade.
A pesar de las reticencias públicas, en general la gran mayoría de estos curas comunitarios están «muy contentos» con Francisco porque «tienen la sensación de que llega alguien como ellos» explica el periodista Emiliano Ruiz Parra autor del libro ‘Ovejas Negras’ sobre los sacerdotes que se han enfrentado al poder político y religioso.
El papa Francisco irá a la catedral donde se encuentra la tumba de Samuel Ruiz, el fallecido Obispo de San Cristóbal de las Casas que arropó la causa zapatista, y aunque algunos prevén que el pontífice rece ante la sepultura, el Vaticano no lo ha confirmado.
Para los sacerdotes, es un gesto que los reivindica pues lo sienten como propios al considerarse «herederos» de esa iglesia que dejó de ser asistencial para pasar al activismo, dice Ruiz Parra.
«Hay un movimiento rebelde que está viendo de cerca la pobreza y que denuncia, en voz alta, la connivencia de fuerzas del estado con el crimen organizado», explica. «Ellos han pasado del asistencialismo aséptico a la politización y la militancia en pro de los derechos de los más desfavorecidos».
Según el periodista Ruiz Parra, el papa se ha estado informando de la situación en México a través de los informes que le han hecho llegar sectores más progresistas y críticos de la Iglesia mexicana como el Obispo de Saltillo, Raúl Vera, superior de Pantoja. Vera, de 70 años, quien ha declarado que la homosexualidad no es pecado y que la adopción gay debe ser analizada.
Pero las «ovejas negras» se están multiplicando en medio del silencio de la jerarquía de la iglesia, que ha optado por ignorarlos, sostiene Ruiz Parra. «Los libros de la Teología de la Liberación se leen más que nunca y cada vez hay más gente que entra a los seminarios con el padre Solalinde, coordinador del albergue Hermanos del camino en Ixtepec de Oaxaca- como referencia», señaló.
Con la llegada del papa «ahora nos sentimos más respaldados en nuestra tarea y menos solos», dijo Fray Tomás desde su albergue, junto a decenas de refugiados centroamericanos y un enorme mural de monseñor Oscar Romero, el obispo salvadoreño recientemente beatificado por Francisco.