Hace tiempo que Jesús Romero -quien denunció a un sacerdote por abusos sexuales- dejó de creer en Dios, pero quiere reunirse con el papa Francisco durante su visita a México; mientras otro reconocido excura, abusado por el fundador de los Legionarios de Cristo, no quiere saber nada del pontífice. En su primer viaje a México, del 12 al 17 de febrero, el papa llegará a la tierra de los intocados Legionarios de Cristo y de su fundador Marcial Maciel (fallecido en 2008), acusado en la década de 1990 por exalumnos y exseminaristas de haber cometido abusos sexuales.
Muchas otras acusaciones de víctimas de diversos clérigos se sumaron al escándalo Maciel.
Una de ellas es la de Romero, de 33 años, quien denunció formalmente en la fiscalía de delitos sexuales de Ciudad de México al sacerdote Carlos López Valdez.
Romero cuenta que su pesadilla empezó a los 11 años, cuando al querer ser seminarista fue enviado por su madre a vivir con el cura a una casa parroquial en la capital mexicana.
El abuso duró nueve años, durante los cuales Romero pudo constatar que el sacerdote hizo lo mismo con otros siete jóvenes. Destrozado, en 2004 abandonó a los 20 años la casa parroquial y a los 23 decidió denunciarlo ante la justicia.
El papa Francisco le envió una carta en 2013 para pedirle perdón en nombre de la iglesia, mientras el sacerdote vive ahora en Cuernavaca, una turística ciudad ubicada a 90 km de la capital mexicana.
«Juego sucio»
«Algunas víctimas solicitamos una reunión con Francisco, justamente para hablar de nuestro caso, pero también para presentar algunas propuestas que se puedan implementar en la iglesia» mexicana, dijo Romero a la AFP.
«Ha habido como un juego sucio entre iglesia y gobierno que ha provocado que en ninguno de los casos haya habido acceso a la justicia», lamentó Romero.
«Yo tengo la esperanza de que Francisco tome la decisión correcta y nos reciba», señaló este sicólogo que solicitó la reunión -junto con otras cuatro víctimas- a la nunciatura apostólica en Ciudad de México, sin haber recibido una respuesta.
Romero admite que muchos de sus compañeros creen que la reunión solo sería un «golpe publicitario».
Uno de estos incrédulos es Alberto Athié, un exsacerdote defensor de las víctimas del poderoso Marcial Maciel, a quien consideran «ícono mundial de la pederastia» por la protección que afirman recibió de Juan Pablo II.
Este tipo de reuniones en otros países se han convertido en «un ritual», pero la «pederastia sigue vigente durante el papado de Francisco», deploró Athié.
El Vaticano aclaró la semana pasada que el papa no ha previsto una reunión con víctimas de los Legionarios de Cristo.
En tanto, organizaciones de México, Brasil, Bolivia, Argentina, Chile, Perú, República Dominicana, Estados Unidos y Canadá tienen previsto enviar al pontífice un documento para solicitar la abrogación de un protocolo que establece los pasos a seguir por autoridades eclesiásticas en caso de abusos sexuales.
Con este sistema «lo que hacen es cambiar (al sacerdote pederasta) de lugar, meterlo un tiempo a una terapia, mandarle ejercicios espirituales, penitencias y tal vez suspenderlo de su ministerio cuando el caso es muy exagerado», explicó Athié, al abogar contra el protocolo.
Legionarios en bajo perfil
Pero muchas otras víctimas, cansadas y decepcionadas, ya no tienen fe en esta estrategia. Es el caso del exlegionario José Barba, víctima directa de Maciel.
A Barba «no le interesa, sabe que no va a pasar nada y menos en un encuentro donde (el papa) se va a lavar la cara», apunta Athié, coautor con él de «La voluntad de no saber», un libro sobre la pederastia.
Francisco estaría «obligado a hacer una mención» sobre la pederastia en México y de los Legionarios de Cristo, sobre todo luego de concederles en octubre pasado la indulgencia plena, consideró de su lado Berbardo Barranco, experto en temas de religión.
El especialista considera que durante la visita de Francisco la congregación de Maciel tratará de mantener un bajo perfil.
Los Legionarios de Cristo participaron activamente en las cinco visitas del papa Juan Pablo II a México y en la que hizo en 2012 el emérito Benedicto XVI.
En 2006, Maciel, quien hizo pareja con dos mujeres y procreó hijos, fue despojado de su ministerio sacerdotal y conminado a retirarse y llevar una vida de oración y penitencia.