El Salvador: Pandillas complican la lucha contra el zika

Para los trabajadores de salud que combaten el zika en buena parte de América Central, la amenaza más inmediata no es el mosquito que transmite el virus… son las pandillas que controlan barrios y calles y a veces amenazan su vida.

Pandilleros armados y bien organizados de las Maras ejercen un control casi total sobre barrios enteros usando centinelas para vigilar quién entra y quién sale. En algunos casos les niegan acceso a los trabajadores porque sospechan que colaboran con la policía o con pandillas rivales.

Se han identificado más de siete mil posibles casos de zika en El Salvador en los que las autoridades recomiendan a las mujeres no quedar embarazadas por dos años debido a los defectos de nacimiento que se sospecha pueden estar vinculados con el virus.

Pero El Salvador, un país de sólo seis millones de habitantes, registró más de 700 asesinatos en enero y tuvo una tasa de homicidios de 103 por cada 100 mil habitantes el año pasado. Se cree que es la más alta del mundo en países que no están en guerra abierta.

Las pandillas pueden complicar la lucha contra el zika y otras iniciativas de salud pública de formas menos directas.

El temor a las Maras hace que muchos residentes se nieguen a abrir la puerta de sus casas o dejar que ingresen trabajadores de la salud. De los nueve casos de zika registrados en la zona que atiende la clínica Villa Mariona sólo cinco habían sido identificados porque la gente se negó a dar los números telefónicos o las direcciones de sus familiares.

El miedo también contribuye a la epidemia.

Por ejemplo, cuando se rompe una cañería en un barrio controlado por pandillas el gobierno tarda en responder porque el personal que despacha corre peligro. Esto hace que el suministro de agua no sea confiable y que la gente guarde agua en tambos, el sitio ideal para la reproducción del mosquito transmisor.

Cesiah Estel Vargas dijo que tiene tres grandes barriles metálicos con agua en su patio para cuando deja de llegar el agua. Dos estaban cubiertos, pero el tercero no.

Dijo, no obstante, que el agua de ese tambo era usada en los inodoros y que se renovaba a diario, por lo que no le preocupaba la posibilidad de que allí hubiese crías de mosquitos.