Miles de uruguayos, entre creyentes, paseantes y curiosos, se vuelcan hoy como cada 2 de febrero a las playas para celebrar el día de «La reina del mar» Lemanjá o Yemanjá. Los «paes» (sacerdotes) y «maes» (sacerdotisas) elevan durante la festividad plegarias y peticiones de amor, trabajo y salud a la deidad de imagen similar a la católica Virgen María.
Los rituales comienzan con los primeros rayos del sol y se multiplican al atardecer, seguidos con atención por cientos de personas que observan desde la orilla la salida de botes con ofrendas.
A la divinidad del mar, que se viste de azul y blanco, se le ofrecen flores blancas, velas celestes, miel, merengues y sandías, su fruta preferida.
El culto afro-americano de la Umbanda se originó en Brasil y consiste en una creencia sincrética que conjuga elementos del catolicismo, los orixás africanos y las religiones indígenas de América.
Los esclavos preservaron sus dioses camuflados en los íconos católicos, porque los «amos» formados en la civilización europea, consideraban su religiosidad como inferior.
La umbanda quedó relegada en Uruguay a los barrios periféricos de Montevideo (capital), pero en las últimas décadas del siglo pasado empezó a cobrar mayor visibilidad y se ganó respeto en la sociedad.
Los ritos abiertos se popularizaron en las playas y comenzaron a ser frecuentados por personas de todas las clases sociales.
La mae Susana Andrade aseguró que «la fiesta de Iemanjá es única en sus características, porque la convocatoria es de la propia naturaleza».
«La gente se siente felizmente llamada a venerar la fuerza de la naturaleza que representa el agua», sostuvo en declaraciones a «Montevideo Portal».
La fiesta «es un culto del ser humano en torno a lo que el ser humano entiende que es imprescindible para la vida, como lo es el agua», señaló.
Antropólogos califican la celebración de Lemanjá como una de las fiestas populares más importantes en la nación sudamericana con la afluencia de miles de personas.