La obesidad entre niños de menos de cinco años ha alcanzado niveles «alarmantes» a nivel mundial, y se ha convertido en una «pesadilla explosiva» en los países en desarrollo. Así lo indicó este lunes un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Los autores de un informe específico sobre la cuestión destacan que, históricamente, el fenómeno no se ha tratado como un problema de salud pública, al considerarse muchas veces como la consecuencia del estilo de vida de la familia.
Pero al cabo de dos años de investigación en más de cien países, los autores destacan que los gobiernos y los organismos de salud son fundamentales para atajar esta lacra.
Si no se afronta con seriedad el problema, «la epidemia de obesidad podría revertir muchos de los beneficios para la salud que han contribuido al aumento de la longevidad observado en el mundo», apuntan los autores del informe.
«¿Cuál es el mensaje principal? Que no es la culpa de los niños«, dijo a la prensa el copresidente de la comisión redactora del texto, Peter Gluckman.
Las causas que explican la obesidad infantil son factores biológicos, un acceso inadecuado a comida sana, una menor actividad física en las escuelas y la desregulación del mercado de alimentos grasos, apunta el texto.
Gluckman reconoció que las recomendaciones del informe, desde promover un estilo de vida más sano hasta aplicar más impuestos a las bebidas azucaradas, son de sentido común.
Sin embargo, añade, esas recomendaciones no se han aplicado de forma apropiada en ningún lugar del mundo. El resultado es que el número de niños con sobrepeso ha pasado de 31 millones a 41 millones entre 1990 y 2014.
«Hasta ahora, los avances en la lucha contra la obesidad infantil han sido lentos e irregulares», indican los miembros de la Comisión sobre el fin de la obesidad infantil, a los que la OMS encargó el informe.
La obesidad infantil «es una pesadilla explosiva en los países en desarrollo», añadió Gluckman.
Según los autores del informe, existen dos procesos biológicos que exponen a un niño a la obesidad.
El primero, llamado «desfase», resulta de una malnutrición durante el embarazo y los primeros meses de vida, que puede tener un impacto en las funciones genéticas y hacer que el niño sea más proclive a sufrir sobrepeso más adelante.
El segundo proceso, llamado «de desarrollo», puede ocurrir cuando la madre embarazada es obesa o padece diabetes. Esto «predispone al niño a un exceso de grasa asociado a problemas de metabolismo y a la obesidad», reza el informe.