Cerca del extremo sur de Texas, EEUU, un muro fronterizo termina repentinamente. Sus últimos postes se asientan en un maizal seco a menos de un kilómetro del Río Grande, la verdadera frontera con México.
Sería fácil rodearlo caminando. Cerca de ahí han neumáticos dejados por la Patrulla Fronteriza. Los agentes las arrastran con sus camionetas para alisar la tierra agrietada y buscar rastros de pisadas.
A diferencia de otras barreras famosas en la historia como el Muro de Berlín o la Gran Muralla China, la versión estadounidense no es estrictamente un muro. Lo que está erigido en Texas son series fragmentadas de enrejado, conformadas por enormes barras de acero colocadas juntas e incrustadas en cemento. Las gruesas barras de color óxido pueden alcanzar una altura de 5,5 metros (18 pies) sobre el paisaje, formando un listón dentado que divide campos de cultivo, rebana patios traseros, parques y reservas silvestres.
Hay kilómetros de separación entre segmentos y aperturas en la misma valla. Como resultado de la Ley Muro Seguro aprobada en 2006, el gobierno ha construido 1.046 kilómetros (650 millas) de muro a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos de 3.144 km (1.954 millas). Y aunque 2.018 kilómetros (1.254 millas) de la frontera están en Texas, en el estado sólo se han levantado 160 kilómetros (100 millas).
Los precandidatos republicanos a la presidencia prometen terminar el muro. Pero completar la parte de Texas será una tarea de enormes dimensiones debido a la fina longitud de la frontera, el hecho de que yace en el centro del serpenteante Río Grande (llamado Río Bravo en México) y porque tratados entre ambos países impiden a cualquiera de las dos naciones construir dentro de las llanuras aluviales. Además, a diferencia de otros estados del sur, la mayor parte de los terrenos en Texas son privados.
Terminar los más de 2.000 km (1.300 millas) de frontera también será costoso. De acuerdo con un cálculo del gobierno hecho en el año 2009, la reja peatonal con la que se busca mantener alejados a los traficantes y migrantes que cruzan a pie, cuesta entre 400.000 y 15,1 millones de dólares por milla (1,6 km), 3,9 millones de dólares en promedio. La construcción más reciente ha sido incluso más costosa, con segmentos construidos en 2008 que costaron 6,5 millones de dólares la milla. Si se sigue a este ritmo, el muro podría costar 10.000 millones de dólares sólo por concepto de material, mientras que la desafiante geografía podría elevar aún más el precio.
«Con cada giro del Río Grande y cada terreno escarpado en Arizona, fácilmente podría costar eso», dijo Adam Isacson, experto en temas fronterizos en la organización no gubernamental Washington Office on Latin America (WOLA).
Las autoridades que supervisan la construcción del muro enfrentaron una pesadilla legal y logística desde el inicio, de acuerdo con emails conseguidos bajo la Ley de Libertad de Información y litigio de Denise Gilman, un profesor de derecho en la Universidad de Texas. Los cientos de correos electrónicos, que Gilman compartió con The Associated Press, muestran que desde la fase de planeación, unos 105 km (65 millas) de la ruta propuesta están colocados a casi 2 km (poco más de una milla) de la frontera, lo que en realidad no vuelve a esto un verdadero muro fronterizo.
Por otra parte, a las autoridades se les dificultó hallar lugares donde la construcción pudiera comenzar rápido y trataron de no recurrir a «adquisiciones de bienes raíces significativas» o decidieron pasar a través de zonas silvestres delicadas, muestran los emails. Pero algunos dueños de tierras demandaron más compensación o se negaban a permitir la construcción.
Cientos de dueños fueron demandados sólo para construir trozos de muro. Unos 400 cedieron propiedades de varios tamaños, desde una entrada a un lote comercial hasta granjas, lo que costó al gobierno al menos 15 millones de dólares, de acuerdo con una revisión de casos de tierras que hizo la AP en 2012.
Entre ellos estaba Eloisa Tamez, quien se negó a ceder sus tres acres en San Benito, un terreno que su familia había tenido por generaciones. Un juez federal falló a favor del gobierno y Tamez fue compensada con 56.000 dólares. «Posiblemente era un pequeño pedazo de terreno, pero significaba mi vida», comentó ella.
En Rio Grande Valley hay 87 km (54 millas) de muro y es una importante área de cruce para miles de familias migrantes o niños que viajan solos, muchos huyendo de la violencia en Guatemala, El Salvador y Honduras.
La casa de Pamela Taylor, quien vive cerca de Brownsville, está justo detrás del muro, mirando hacia México. Aunque Taylor sigue dejando hieleras con botellas con agua para los inmigrantes sedientos, le gustaría que más de ellos llegaran al país por la vía formal.
El muro «no hace ningún bien, es un desperdicio de dinero», dice la mujer, quien inmigró de Inglaterra.
Otras personas de la localidad dicen que es mejor que nada.
Los terrenos de Othal E. Brand Jr. están junto a una reserva silvestre y dice que por años hubo gente que cruzaba de noche y que traficantes amenazaban e incluso disparaban contra sus empleados. Brand es presidente de Hidalgo County Water District 3, que abastece de agua a McAllen.
«El muro es parte de la solución, pero es una parte importante», considera Brand.