Este viernes fue un día de tristeza y esperanza en Posoltega. Con amor y fe los sobrevivientes, familiares y autoridades se congregaron en el templo parroquial para rogar por el eterno descanso de quienes fallecieron hace 17 años.
Porque lo que nos une hoy es la esperanza de saber que esa muerte trágica no es una muerte que se convierte en pérdida, en aniquilamiento, en vacío, en nada, sino en vida , dijo el sacerdote Francisco Javier Ibarra, párroco de Posoltega.
Posteriormente se realizó un culto evangélico en el sitio donde 1650 nicaragüenses fueron sepultados por un gigantesco deslave que arrastró tierra, agua, roca y arena.
Eso nunca se olvida, la detonación que se escuchó en ese momento. Como a la hora nos dimos cuenta de lo que había sucedido, explicó la señora Yolanda González, habitante de una comunidad vecina.
Es una tragedia que nunca se olvida, que verdaderamente nadie la esperaba, explicó el señor Ronald Centeno, quien perdió algunos amigos de comunidades vecinas.
Miramos una gran corriente y un poco de gente, que lloraba y se lamentaba iba en esa corriente, narró la señora Sara Salinas, testigo de la avalancha.
Ese lugar antes fue la comunidad Rodríguez y ahora un parque memorial que cada año es el punto de concentración de quienes fueron testigos directos de la tragedia.
Perdí un tío. El se vino de Chichigalpa a sembrar aquí. Dejo el maíz y se lo llevó el deslave, dijo la señora Modesta Martínez.
Ahí se murieron compañeros míos de clase, mi chavalada cuando estaba estudiando, contó el joven Esteban Rivas.
Yo perdí a mi mamá, a mi papá, perdí 2 hermanos. En si lo que yo perdí fueron 64 miembros de mi familia, narró con la voz entrecortada el señor Vicente González.
Al finalizar los homenajes, las autoridades colocaron una ofrenda floral en el monumento levantado sobre la fosa común de las victimas del deslave del Volcán Casitas.
Jimmy Altamirano Corrales