En el Palace de Rio de Janeiro, en medio del chasquido de la leña en el asador y el deslizar de afilados cuchillos que trozan los cortes como manteca, satisfechos comensales se encogen de hombros frente a la alerta de la OMS de que la carne puede provocar cáncer.
A punto de terminar su almuerzo de «espeto corrido» que le permite consumir carne a voluntad, Gilson Gregoris, de 59 años, asegura que ni siquiera la Organización Mundial de la Salud (OMS) puede hacer que modifique su menú preferido.
«Como carne casi todos los días», contó este analista de sistemas.
«Sé que no es bueno. ¡Pero es deliciosa!», dijo Gregoris.
Los brasileños son carnívoros convencidos.
Comen casi tres veces más carne que el promedio de los residentes de la Unión Europea, según cifras de la OCDE de 2014, y el país es uno de los principales productores y exportadores de carne vacuna y de otros animales.
El alerta de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la OMS difundido el lunes respecto a que el consumo de embutidos y fiambres es cancerígeno y el de carnes rojas «probablemente» también, es difícil de vender aquí.
Rio de Janeiro y muchísimas otras ciudades de Brasil están llenas de «churrascarias» y de gente asando su carne en parques, playas y en las calles.
«Es una tradición brasileña», dijo David Campos, un agrónomo de 43 años que almorzaba con Gregoris.
Otros brasileños ironizaban sobre el alerta en las redes sociales: «Advertencia de la OMS: Vivir es malo para la salud», escribían.
Río de Janeiro, Brasil | AFP