Serguéi Safrónov, un policía ruso que trabaja en la misión de paz de la ONU en Liberia, evitó que un niño de 7 años fuera sacrificado en ese país africano.
Después de recibir información de que el menor estaba en venta por 150 dólares, Safrónov se dirigió a las autoridades locales y una agente se presentó al vendedor como potencial cliente. La agente especificó que el niño sería sacrificado para honrar a los dioses locales, a lo que el vendedor no tuvo ninguna objeción.
Al arrestar al hombre, las autoridades revelaron que es un pariente lejano del niño que tenía al menor en custodia después de la muerte de sus padres. Los sacrificios humanos son un ritual bastante común en este país de África occidental.
A principios del siglo XXI se sacrificaban cada año centenares de niños, pero a partir de 2005, al finalizar la guerra civil e introducir la ONU sus fuerzas de la paz, la cifra se redujo a entre 15 y 25 por año.