El presidente de la República lamenta los hechos violentos en Mina El Limón y en Chichigalpa e hizo llamados al diálogo y la paz; asegurando que las instituciones de seguridad tratan de no utilizar la fuerza para evitar más enfrentamientos.
A partir de la nacionalización, la actividad minera se dinamizó y fue creciendo el número de trabajadores, porque la Revolución tenía un compromiso con el empleo y el trabajo. «Llegaron a haber hasta unos 3 mil trabajadores en la Mina El Limón», indicó Daniel, señalando que ahora el número de trabajadores apenas llega a 800.
En la década de los 90s los gobiernos neoliberales volvieron a privatizar las minas y desde entonces, hasta el 2006, no hubo un solo año en que no se desarrollaran protestas y todo tipo de tensiones entre trabajadores y empresas mineras, recordó.
Rememoró que en todo ese periodo las confrontaciones eran a balazos: por un lado la policía con las armas en la mano y por otro lado los trabajadores, a quienes se les había arrebatado sus propiedades; y en ciertos casos también intervenía el Ejército, y como resultado habían muertos y volvía a correr la sangre en el país.
Ante esa situación, el Presidente señaló que el país no puede ir para atrás, ya que no hay condiciones para hacerlo. Dijo que ir para atrás significaría la nacionalización de las minas, pero eso no se debe hacer, porque esas minas no podrían operar, ya que el Estado no tiene los recursos para mantener la operación de una sola empresa minera.
Igualmente recordó que los conflictos en la industria minera son de vieja data y que siempre se han logrado acuerdos.
También justificó el porqué de catalogar como inviable una nueva mina en Rancho Grande.
El presidente abordó estos importantes temas durante el acto de celebración del aniversario 36 del Ministerio de Gobernación; en el que la Ministra Ana Isabel Morales enumeró todos los logros durante 2015.
Al final del acto el presidente insistió en la necesidad de conseguir más recursos para más cárceles y edificios para darle mejor calidad de derechos humanos a los privados de libertad.
Erick Ruiz