Científicos piden tomar medidas ante la posibilidad de que el hundimiento de un volcán desatase otra ola catastrófica de 250 metros.
El hundimiento repentino de una ladera del volcán Fogo, en el archipiélago de Cabo Verde, desató hace 73.000 años unmegatsunami de casi 250 metros de alto, ocho veces más que la destructiva ola que golpeó las costas del sudeste asiático en 2004 y acabó con la vida de 230.000 personas.
El gigantesco movimiento de agua descrito ahora arrasó en su día una isla situada a más de 50 kilómetros de donde se produjo el colapso volcánico. Pero lo más inquietante es que los científicos que han descubierto la magnitud de aquel fenómeno creen que uno similar podría repetirse en cualquier momento sin apenas dar tiempo para reaccionar. Eso sí, matizan, las posibilidades de que nos toque a la actual generación de seres humanos son remotas, ya que sólo se da aproximadamente una vez cada 100.000 años.
Los investigadores dieron con la pista del histórico megatsunami mientras trabajaban hace unos años en la isla de Santiago, al oeste de la costa africana. Allí se toparon con unas rocas tan grandes como furgonetas y de hasta 770 toneladas, cuya composición no se correspondía extrañamente con el joven terreno volcánico sobre el que se asentaban. Y lo más llamativo era que se encontraban nada menos que a 600 metros tierra adentro y a 200 metros de altitud sobre el nivel del mar.¿Qué las había llevado hasta allí?
La conclusión a la que llegaron el portugués Ricardo Ramalho y otros científicos, que se publica este viernes en la revista «Science Advances», fue que solo podía haberlo hecho una ola lo suficientemente potente como para arrancar la roca de la costa y elevarla hasta aquel lugar. Calculando la energía necesaria para lograr semejante desplazamiento fue como establecieron el tamaño del tsunami.
Por otra parte, el análisis en el laboratorio de los isótopos de helio cerca de la superficie de la roca permitió situar aquel sobrecogedor evento hace 73.000 años, lo que venía a coincidir en el tiempo con eldesmoronamiento en la ladera del volcán Fogo que se conocía. Esos isótopos cambian en función de cuánto haya permanecido una roca expuesta a los rayos cósmicos.
Una vez cada veinte años
El volcán Fogo, con 2.829 metros de alto en la actualidad, es uno de los mayores y más activos del mundo, entrando en erupción una vez cada veinte años, la última en 2014. La supuesta «víctima» del megatsunami, la isla de Santiago, alberga hoy día una población de 250.000 personas.
El colapso en los volcanes y su capacidad de producir tsunamis eran ya conocidos, pero viene siendo motivo de discusión su intensidad. El estudio ahora publicado revela la rapidez del hundimiento y las enormes proporciones del fenómeno que se produjo hace 73.000 años. Ramalho, investigador del Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia, considera que los colapsos de laderas pueden ocurrir de forma extremadamente rápida y tener efectos catastróficos, siendo capaces de desencadenar tsunamis gigantescos.
En este sentido, explica a ABC el autor principal del estudio, «hay volcanes en islas del Atlántico y otros lugares que son «lo suficientemente altos, empinados y activos para hundirse y desatar un tsunami como el descrito». Por tanto, considera que es posible que uno de estos fenómenos sucedan en un futuro, si bien, aclara, no puede predecir «cuál va a ser el próximo y menos aún cuándo». «No sabemos si va a pasar mañana o dentro de decenas de miles de años», admite.
En cualquier caso, puesto que «puede suceder y sucederá en algún momento» y que su efecto «puede ser absolutamente devastador», considera necesario «estar vigilante» y mejorar la preparación de la sociedad ante tal eventualidad.
Para tratar de evitar las consecuencias destructivas de un megatsunami, el científico luso sugiere, por una parte, mejorar los mecanismos para detectar la actividad de volcanes que pudieran desatar estos desastres. Por otra, propone investigar más el proceso que lleva a los colapsos de volcanes y a que estos desencadenen tsunamis. Y en tercer lugar, ve necesario planear de forma «fría y racional» como afrontar un fenómeno así para evitar sus consecuencias catastróficas.
Agencias