La frondosa montaña que ha servido de fortaleza en México a Joaquín «El Chapo» Guzmán está llena de pequeñas aldeas de campesinos que viven en casas humildes y que admiran a este poderoso capo fugitivo.
Una semana después de su segunda fuga de una prisión de máxima seguridad, su leyenda crece en su natal estado de Sinaloa (noroeste) donde es venerado como un bandido caritativo y bueno pese al gran número de asesinatos perpetrados por su cártel.
Autoridades estadounidenses, de hecho, creen que Guzmán podría estar de vuelta a esta región, el lugar más seguro para él por el apoyo popular que ahí tiene, dijo un agente de seguridad de Estados Unidos a la AFP.
En Badiraguato, el municipio que ha visto nacer a algunos de los narcotraficantes más temidos de México, sus habitantes tienen la esperanza de que «El Chapo» revitalice la economía.
Cuentan que antes de que el capo fuera detenido en febrero de 2014, el líder del cártel de Sinaloa daba trabajo a campesinos, enviaba comida a geriátricos y regalaba juguetes a los niños en Navidad.
El trabajo que ofrece Guzmán en las colinas, obviamente, no tiene nada que ver con la tala de árboles, sino con el cultivo de marihuana y amapola.
«Ha sido un mal necesario», cree Enrique Amarillas, encargado de una asociación local, quejándose de que el gobierno no haya creado «las condiciones para combatir la pobreza» en esta región.
El alcalde Mario Valenzuela estima que más del 50% de los campesinos del municipio se dedican al cultivo de drogas.
Badiraguato, México | AFP