Con una multitudinaria asistencia de familiares, compañeros y amigos despidieron ayer al agente Edenilson Antonio Aguilar Véliz, de 45 años y su hijo de 16 años, quienes fueron asesinados por pandilleros el lunes anterior en la colonia La Campanera, en Soyapango.
A diferencia de otros actos fúnebres, en este caso las altas autoridades no acompañaron a la familia dolientes, pues el director general de la Policía, Mauricio Ramírez Landaverde, solo envió a un representante.
También lo acompañó el jefe de la subdelegación de Quezaltepeque en Santa Tecla, así como un grupo de agentes, compañeros de la víctima.
El oficial que estaba al mando del agente Aguilar Véliz, reconoció el alto riesgo que corren los policías; pero los motivó a no bajar la guardia en esta guerra sin cuartel.
El cortejo fúnebre comenzó con una misa en la Iglesia Católica El Calvario, en Ahuachapán. Luego los restos de Aguilar Véliz y de su hijo fueron llevados al cementerio general de Ahuachapán donde fueron enterrados casi al filo de las 3:30 de la tarde.
Uno de los familiares afirmó que el amor que padre e hijo se tenían se mantuvo aún después de muertos, ya que sus tumbas quedaron a la par.
Algunos compañeros del policía rompieron en llanto al ver el ataúd donde reposaran los restos de Aguilar Véliz, tras la impotencia de no haber podido hacer nada y sobre todo porque se convirtió en una baja más que sufre la corporación a manos de pandilleros.
El policía estaba destacado en la PIP-COM de la subdelegación de Santa Tecla, en La Libertad. Véliz se encontraba reparando una motocicleta cuando tres pandilleros llegaron a sacarlo, lo privaron de libertad y se lo llevaron a una cancha al final del pasaje donde él residía.
El joven al ver que su padre no regresaba, salió a buscarlo; pero lo encontró ya sin vida y en el lugar todavía se encontraban sus homicidas, por lo que estos le dispararon y también lo asesinaron.
El Salvador.com